Cuando Seisetsu era maestro de Engaku, en Kamakura, reclamó una escuela mayor, pues en la que enseñaba ya no cabía un alfiler. Umezu, comerciante de Edo, decidió donar quinientas monedas de oro para la construcción de una escuela más espaciosa, y llevó su dinero al profesor.

Muy bien, las acepto dijo Seisetsu.

Umezu entregó la bolsa de oro a Seisetsu, pero quedó descontento de su actitud. Se podía vivir todo un año con sólo tres de aquellas monedas, y ni siquiera le daba las gracias por quinientas.

Hay quinientas monedas en esa bolsa subrayó.

Ya me lo has dicho respondió Seisetsu.

Incluso para una persona acomodada como yo, quinientas monedas es mucho dineroinsistió malhumorado el comerciante.

¿Quieres que te dé las gracias por ello?

¡Deberías hacerlo! dijo Umezu.

¿Por qué? inquirió Seisetsu—. Es aquel a quien se ofrece la posibilidad de dar, y no el receptor, el que debería estar agradecido.

CINCUENTA CUENTOS ZEN (EL BARQUERO).

En el cuento el maestro muestra que damos lo que nos sobra, y en ocasiones para que se nos reconozca o se nos ame. Cuando hacemos una donación, es nuestra riqueza la que destaca, a la vez que se evidencia la pobreza del que recibe.

Cada mano que se extiende ante nosotros es una oportunidad para valorar todo lo que tenemos y lo afortunados que somos. En ocasiones nos quedamos prendidos de situaciones donde el receptor se muestra impertérrito ante nuestra generosidad sin percatarnos de la inmensa escasez que existe detrás de la mano que se nos tiende. Es tal el hueco que hay en su cuenca abierta, que nada es suficiente para colmarla.

Miremos al parado, al pobre, al hambriento, al doliente, al enfermo, al ciego, al desvalido… como una proyección de nuestra avaricia, negligencia, egoísmo y mal uso de lo que poseemos. Si el hombre del cuento hubiera reflexionado sobre la utilidad de sus monedas, hubiera comprendido que no era el profesor el que necesitaba su caridad, sino los habitantes del pueblo. La imagen de la nueva escuela repleta de estudiantes adquiriendo conocimientos tendría que haber sido suficiente para que se sintiera satisfecho.