Un soldado habló a sus padres desde San Francisco.
– Mamá, papá. Voy de regreso a casa, pero os tengo que pedir un favor. Me acompaña un amigo que me gustaría que se quedara con nosotros.
– Claro – le contestaron-. Nos encantará conocerlo.
– Hay algo que deben saber – siguió diciendo el hijo-, mi amigo ha resultado malherido en la en la guerra. Pisó una mina y perdió un brazo y una pierna. No tiene adonde ir, y quiero que se venga a vivir con nosotros. – Siento mucho escuchar eso. A lo mejor podemos encontrar un lugar en donde se pueda quedar.
– No, mamá y papá, yo quiero que mi amigo viva con nosotros.
– Hijo – le dijo el padre-, tú no sabes lo que estás pidiendo. Alguien que esté tan limitado físicamente puede ser un gran peso. Nosotros tenemos que vivir nuestras vidas, y no podemos dejar que un asunto como éste interfiera. Yo pienso que deberías de regresar a casa y olvidarte de esta persona. Él encontrará una manera en la que pueda vivir solo.
En ese momento el hijo colgó el teléfono. Los padres ya no volvieron a saber de él. Unos cuantos días después, recibieron una llamada telefónica de la policía de San Francisco. Su hijo había fallecido después de haber caído de un edificio. La policía creía que había sido un suicidio.
Los padres, destrozados por la noticia, volaron a San Francisco y fueron llevados a la morgue de la ciudad para identificar a su hijo. Éste yacía allí, y vieron desolados que tenía un brazo y una pierna.
Seguramente ninguno de nosotros quisiéramos encontrarnos en esta situación. Es posible que muchos hubiéramos reaccionado de igual modo. Convendría analizar cuáles son nuestros sentimientos en las diferentes situaciones. Cuáles son nuestros verdaderos ideales, independiente de en quién recaigan las dificultades o los triunfos.
En estos tiempos donde es imprescindible el equilibrio y donde nuestro país, nuestras empresas o nuestras familias están viviendo experiencias límite, convendría que pensáramos qué es lo mejor para «nuestro hijo».
Cada corrillo político, económico o deportivo divergen mucho en los puntos de vista sobre una misma situación dependiendo de a qué partido se pertenece, o cuánta proximidad existe con el asunto, o cuán implicados están con el beneficio. Un error de un futbolista se convierte en una falta leve si es de tu equipo, o en un penalti si el equipo es el contrario.
Analicemos durante este día qué estamos diciendo y qué cambiaría si recayera sobre nosotros la sentencia de nuestras ideas.
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