Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: «El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto».
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud, y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: «Querido, – ¡estás mirando un espejo!»
Una mirada al espejo nos llevará a centrar nuestra atención en quiénes somos y cuáles son nuestras fortalezas y debilidades antes de centrarnos en los demás.
Nuestras palabras sobre los otros, a veces, son las interpretaciones de nosotros mismos que están ocultas detrás de un deseo de perfección imposible. Exigimos a nuestros compañeros de viaje que sean lo que no alcanzamos por nosotros mismos.
Un día para mirarnos en el espejo y deleitarnos de lo mucho bueno que tenemos y también para precisar las metas de cambio. Un día estupendo para contemplar a cada persona como el cuadro irrepetible y la obra maestra de nuestro museo particular.
Sólo la humildad nos permite amar lo que somos y nos da la oportunidad de cambiar.
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