Hoy tenemos millones de cosas para escoger. Cada día la oferta para elegir algo que nos interesa es más intensa. A la vez, nuestro tiempo para invertir en esa elección es más pequeño. Resulta tremendamente difícil lograr que nuestros productos sean escogidos entre un abanico de posibilidades tan amplio como el que tenemos.
El video más visto en YouTube durante este 2009 ha sido el de Susan Boyle, Britain’s Got Talent, con 120 millones de visitas. En segundo lugar, con más de 36 millones de visualizaciones, fue el de un niño mareado por el efecto de la anestesia. La película más taquillera del año es Luna Nueva, de la saga Crepúsculo, que versa sobre un vampiro vegetariano que tiene una novia que lo arrastra al amor.
Podríamos hacer muchos supuestos para identificar las tendencias actuales; sin embargo, nos equivocaríamos. Es inexplicable que el segundo ganador de un concurso de talento sea el video más visto, o que nos seduzca ver a un niño con las secuelas de una anestesia. Y más sorpresivo aún es que millones de personas vibren con las caricias de un vampiro y la posibilidad de que caiga sobre la yugular de su amada. ¿Por qué no despierta el mismo interés un trabajo científico, o un discurso de un líder, o cualquier otra oferta con más contenido y relevancia social?
Ante esta transformación de la demanda y de los intereses del público, cabe preguntarse qué y de qué modo podemos permear el mercado con nuestros trabajos. La tendencia no está conectada a la calidad, ni tan siquiera a la aportación inmediata. Hay algo mucho más inquietante e intangible que debemos analizar si queremos que nuestros esfuerzos se vean recompensados y a la vez estén orientados a las necesidades sociales.
En la actualidad no cabe hacer las cosas con un sentido personal. Hay que llegar a un colectivo ávido de sensaciones. Y todo ello sin hipotecar nuestros valores, ni perder de vista nuestras creencias o desestimar nuestra motivación intrínseca. Pero teniendo muy presente la orientación de aquellos a los que va dirigido el mensaje o el producto. Porque ahora no prima el producto sobre la idea, o esta sobre el servicio. Es igual lo que estés ofreciendo. Hay que tener en cuenta al público objetivo, conversar con él y comprender su móvil participativo. Bien sea para comprar, escuchar o interactuar.
Movilicemos nuestros intereses hacia lo novedoso, lo sorprendente, lo inesperado. Todo aquello que está dentro de los estándares ya está agotado. Nos impresiona lo mórbido, el dolor, lo extraño. Apasiona aquello que conmueve. No importa cómo, ni la utilidad de esa conmoción. Se valida lo que sorprende independientemente de su calidad. Los estímulos externos que faciliten las sensaciones, las vibraciones y en gran parte el divertimento insustancial.
Debido a esta oferta masiva, sólo aquello que gira 360º fuera de lo habitual moviliza, y se acaba hablando de ello en diferentes foros. Quizá no estemos ante un hecho aislado del siglo XXI. Los grandes hitos impresionaron en su momento al mundo, aunque ahora los matices son mucho más impactantes y veloces, porque está Internet y la tecnología visual en general. No obstante, posiblemente subyace dentro de este paradigma presente una búsqueda hacia lo conmovedor, lo que no quiere decir sensible.
El instinto participativo surge cuando se provocan e incitan los impulsos relacionales. Aquello que nos hace vibrar de amor y miedo. También lo que nos tensiona o estresa, o lo que nos permite evadirnos de los límites de lo cotidiano y nos trasporta lejos de nuestras costumbres. Nos entusiasma lo que nos hace relativizar el esfuerzo y facilita que las neuronas perciban intensas vibraciones. Y mucho más si todo ello rezuma algún nivel de incógnita y además se crea una conversación tácita entre el objeto y el consumidor.
Hay que reinventarse para potenciar el boca oreja y que nuestro trabajo traspase el silencio. El mundo está compuesto de un gran colectivo emocional que comparte lo que es proclive a ser aceptado por su grupo.
Pregúntate qué envías a tus amigos, de qué hablas. Después piensa para qué y encontrarás mucha similitud con lo que aquí he dicho. Los que queremos hacer un trabajo de sensibilización hacia un cambio y una trascendencia debemos cuestionarnos cómo llegar al público que lo necesita y qué debemos hacer para provocar un boca oreja penetrante y mantenido.
Quiero conversar con todos vosotros. Dadme por favor ejemplos en los que lo consigo y en los que no.
No hay comentarios