La dismorfofobia es una de las patologías psicológicas más frecuentes entre nuestra juventud. Los jóvenes, preferentemente de clase media-alta, viven con una preocupación constante sobre su apariencia física, buscando defectos, arrugas, granos, un poco de celulitis, alguna deformidad que en su imaginario es observable por todo su entorno.
La obsesión puede centrarse en la nariz, en las arrugas alrededor de los ojos, en la caída del cabello… Cualquiera de estas percepciones sume al joven en una crisis psicopatológica de la que es muy difícil evadirse.
El Italiano Enrico Morselli fue el primero en identificar este cuadro en el año 1891, cuadro que con el tiempo y los avances de la tecnología no ha hecho sino empeorar. Los medios de comunicación y las continuas referencias a la belleza casi perfecta transforman una pequeña alteración en un drama irresoluble.
La fobia a la fealdad o al defecto físico asola a nuestros jóvenes, que viven comparándose continuamente con sus amigos. En algunos casos les impide relacionarse y se esconden de las relaciones sociales, convencidos de que el mundo les despreciará.
J.C. lleva sin salir libremente a la calle desde que cumplió 15 años, tiempo en el que empezaron a aparecerle unos granos en la frente y en la barbilla. F.F. rechaza sus senos, que considera excesivamente voluminosos y que han provocado que su espalda se venza para intentar disimular las curvas voluptuosas de un cuerpo de apenas 13 años. G.C. evita mirarse en los espejos. En los últimos meses su nariz aguileña le resulta un auténtico calvario.
A estas pequeñas imperfecciones se les da una importancia desmesurada independientemente de lo atractivas que sean las personas.
La obsesión es permanente, y poco o nada puede hacerse mediante razonamientos, los cuales pueden incluso llegar a ser contraproducentes. En los jóvenes este sentimiento de minusvalía física aparece con los cambios fisiológicos de la pubertad, en torno a los 12 años, y acaba normalmente a los 20 años. En los casos graves puede continuar hasta la edad adulta.
En muchos casos esta patología esconde un rechazo a su desarrollo y crecimiento, en otros el miedo a parecerse al progenitor que les parece menos atractivo. También puede aparecer cuando envidian a un hermano o hermana.
Muchos de nosotros guardamos en la mochila recuerdos de desesperanza y malestar que no se han aliviado totalmente. Le hemos echado la culpa a nuestras supuestas deformidades de los primeros fracasos amorosos, de las dificultades para ligar, de la falta de amigos… Seguramente un día, al mirarnos al espejo, nos encontramos con un desconocido con el que todavía no nos hemos reconciliado.