En una tierra en guerra, había un rey que provocaba pánico. Cuando hacía prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre. En esta sala el rey les hacía formar un círculo y les decía: «Pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa puerta misteriosa».

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