gestion del tiempo

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La gestión del tiempo y los temperamentos (192)

Henri Laborit (Hanoi 1914 –París 1995) decía que nuestra naturaleza nos conmina a actuar con cierta negligencia seducidos por el confort y el bienestar. El deseo de realizar lo mínimo y con el menor esfuerzo es un handicap a la hora de organizar nuestro tiempo.

Laborit consideró que en nuestra distribución de tareas priorizamos:
Lo que nos resulta más fácil antes de lo que es difícil
Lo que se hace enseguida antes de lo que toma tiempo
Lo que sabemos hacer antes de lo que nos resulta nuevo
Lo que es urgente antes de lo que es importante
Lo que otros nos imponen antes de lo que nosotros hemos decidido
Esta realidad es más incisiva dependiendo de nuestra personalidad. Cada temperamento vive el espacio/tiempo de un modo diferente, y pienso que puede resultaros de interés tener algunas nociones sobre esta diversidad temperamental y la gestión del tiempo. Con ello ampliaréis además el trabajo de la priorización que vimos en el post 191.
La gestión del tiempo y los temperamentos (192)
El temperamento colérico vive trabajando sobre lo urgente y pocas veces actúa desde lo importante. La frase predilecta de un colérico es: «Me encantaría… en cuanto encuentre tiempo seguro que…».
Un ejemplo claro es esta historia de un leñador:
«Un hombre que paseaba por el bosque se encontró con un leñador que con gran prisa y esfuerzo se afanaba en aserrar en trozos más pequeños el tronco de un árbol ya caído.
El paseante se acercó para ver por qué se esforzaba tanto el leñador y entonces le dijo:
Usted perdone, pero hay algo que me llama la atención: ¡su serrucho está totalmente romo! ¿Por qué no lo afila?
El leñador suspiró agotado: «No tengo tiempo para ello, tengo que aserrar».
Conviene que el colérico reflexione antes de actuar, y que prepondere el cuidado de las herramientas, incluido su propio desarrollo, antes que los resultados.
El temperamento melancólico se consume planificando y previendo posibilidades que teme que no se cumplan. Al final se quedan muchas tareas sin realizar. Una muestra de ello sería esta ironía sobre la planificación excesiva:
«Los lunes me preparo para planificar mi semana, los martes la planifico, los miércoles reviso mi planificación semanal, los jueves escribo mi plan en el PC y los viernes pienso cómo voy a planificar mi próxima semana…»
Conviene emplear el tiempo adecuado para analizar y planificar las tareas; con el mucho o poco tiempo existen muchas probabilidades de que se produzca una pérdida de eficacia.
El temperamento flemático elige lo fácil antes que lo difícil, o lo que le gusta hacer sobre lo ingrato; en ningún caso prefiere hacer sus tareas contrarreloj. Le encanta también hacer lo que le imponen y no defender lo que él quiere. Al flemático le desagradan los conflictos y los evita siempre que puede.
Su dificultad es que vive un poco cansado y bastante desmotivado. La frase siguiente define este temperamento perfectamente: «¡Yo siempre doy el 110% en mi trabajo: el 40% el lunes, el 30% el martes, el 20% el miércoles, el 15% el jueves y el 5% el viernes…!».
Para salir airoso debería fragmentar sus tareas en rodajas más manejables. Le motiva un poco más tener tareas segmentadas.
El temperamento sanguíneo adora hacer las cosas que requieren poco tiempo y que le permite evadirse de la responsabilidad con rapidez. Esta falta de profundidad le conduce a realizar chapuzas cuando no conoce el tema y se le exige estudio. Por el contrario, cuando se trata de algo en lo que es experto, puede llegar a tocar la perfección.
Esta frase define muy bien a este temperamento: «La gestión del tiempo es un mito… Si yo pudiera tener algún control sobre el tiempo aún tendría 16 años y pesaría 40 kilos…».
El aprendizaje para el sanguíneo es el reparto del tiempo para cada tarea según su necesidad, y no según su comodidad.
Si queréis nos podéis contestar cuál sería la solución que le daríais a esta situación donde la gestión del tiempo es vital:
«Está usted de camino a su casa en su coche deportivo, en medio de una terrible tormenta. Pasa por delante de una parada de autobús y ve a tres personas:
    1. Una viejita que está muy grave y que si no llega al hospital a tiempo se muere.
    2. Un médico, muy amigo suyo, que le salvó la vida hace un par de años.
    3. Al ser más maravilloso que haya visto en su vida, con quien siempre ha soñado y estaría dispuesto/a a pasar el resto de su existencia.
Como su coche es del tipo deportivo, sólo puede llevar a un pasajero de estos tres.
¿Cómo resolvería esta situación?
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Priorizar. Gestionar el preciado tiempo (191)

¿Sientes que no tienes tiempo para ti, para hacer lo que te gustaría? ¿Te desbordas cuando al final del día no has logrado acabar tus objetivos? Si las respuestas son afirmativas, tienes un conflicto en la gestión del preciado tiempo.

En algunos de los post anteriores apuntaba la importancia de marcarse objetivos y la conveniencia de trazar planes de acción de los que resultaran cambios significativos en nuestras vidas. Seguro que cuando los leísteis visteis la idoneidad de la propuesta, aunque a fecha de hoy no habéis acometido ninguno de los planes previstos.
Es evidente que os habrán surgido cosas entre medias que han absorbido vuestro interés. Ahora tenéis vuestras buenas intenciones en la recámara. Acometedlas en cuanto tengáis un minuto libre, y no os digáis: «Bueno hoy no he podido, mañana sin falta». Porque no valen las buenas intenciones si luego hay pocos resultados. Si hemos postergado aquello que, en un principio, consideramos importante, eso significa que una vez más hemos claudicado ante lo urgente y desatendido lo importante.
Priorizar. Gestionar el preciado tiempo (191)Esta situación exige aprender a priorizar, es decir, decidir qué se hace antes y qué después, o en última instancia qué se hace o qué no se hace. Esto requiere un compromiso claro: evaluar el grado de importancia, el nivel de urgencia y el plazo de tiempo del que disponemos para la realización del mencionado objetivo. O dicho de otra manera: establecer correctamente las PRIORIDADES y mantener el criterio hasta que se dé por concluido el propósito.
Analiza cualquier día y comprobarás que la mayoría de las tareas que has realizado eran urgentes, es más, que tenían que haber sido realizadas el día anterior. Bajo esta presión, el estrés te mina, y tu efectividad es bastante reducida. Ahora bien, ¿cuánto tiempo dedicas a la planificación de tu agenda? Y cuando la has planeado, ¿cuántas veces la respetas?
Para ponernos manos a la obra con la priorización, vamos a comenzar por asignar el grado de importancia, siempre en relación al cumplimiento de los objetivos y a la obtención de los resultados apetecibles. Para ello elaboramos una lista de todas nuestras tareas. No importa que al principio estén desordenadas. A continuación evaluamos el grado de urgencia y plazo de tiempo del que dispone para su realización. Es muy útil utilizar el sistema de clasificación de tareas de Eisenhower, en base a estas dos variables:

Priorizar. Gestionar el preciado tiempo (191)

El siguiente paso es distribuir las tareas de la lista en su espacio correspondiente. El objetivo es que a las cosas importantes se les dedique el mayor tiempo, de manera que en vez de generar urgencias (propias o ajenas), generemos éxitos planificados. Lo no urgente y no importante debe ocupar el mínimo tiempo. Ojo que en este apartado están los correos, las largas y tediosas llamadas de teléfono que no sabemos cortar y un amplio etcétera. Recuerda que todo lo urgente que no es importante ha surgido de una falta de priorización, de una postergación de las tareas para otro momento que luego no se produjo.

Seguro que con vuestros comentarios y aportaciones gestionamos el preciado tesoro del tiempo adecuadamente.
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