En el post nº 141, «Buscando el amor», os pedíamos que compartierais vuestras ideas de cómo mantener la llama eterna del amor. Cuando leía algunas de vuestras respuestas, recordé el libro El banquete, de Platón, en el que Aristófanes apuntaba que los hombres no valoramos adecuadamente el «poder» del amor. Este filósofo pensaba que, si fuéramos conscientes de ello, lo reconoceríamos y le daríamos el boato y festejo que se merece. Aristófanes cuenta que al principio había tres géneros: el masculino, el femenino y el andrógino que participaba de los dos sexos. «La forma de cada individuo era en su totalidad redonda, su espalda y sus costados formaban un círculo; tenía cuatro brazos, piernas en número igual al de los brazos, dos rostros sobre un cuello circular, semejantes en todo, y sobre estos dos rostros, que estaban colocados en sentidos opuestos, una sola cabeza; además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo el resto era tal como se puede uno figurar por esta descripción.»
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Las respuestas a buscando el amor (145)
Según dice este filósofo, lo masculino procedía del sol, lo femenino de la tierra, y lo andrógino de la luna, porque este astro contiene a los otros dos. Era tal la fuerza y prepotencia que tenía el hombre en este tiempo, que atentó contra el Olimpo. Cuando Zeus, junto con los otros dioses, analizó la cuestión, decidió que el mayor castigo que podía conferir a este hombre circular y poderoso era cortarle en dos. Una vez sesgados, Apolo fue el encargado de darles la vuelta para que vieran su sección, formando el ombligo como recuerdo de este suceso. Este hecho generó la añoranza de un sexo por el otro, y a partir de ese instante trataron de ser uno solo. Para Aristófenes, el llamado amor es el anhelo de fundirse nuevamente una parte en la otra.
Este poder de atracción queda reflejado en algunas de vuestras consideraciones. La mayoría opináis que el amor nos hace sentirnos plenos. Como si algo que nos faltara nos fuera dado al sentir la aquiescencia del ser amado. Parece haber una carencia inherente en la soledad o el desamor.
El filósofo Sócrates, en los diálogos con Lisis, explica que si queremos ser amados debemos buscar la sabiduría, que no es el conocimiento teórico, sino el práctico. Y quizá tengamos que hacernos la pregunta de para qué es útil el amor, qué nos aporta amar o ser amados. Quizá sólo sea cuestión de sentirnos plenos, y cuando lo hayamos logrado no necesitemos el amor de los otros. O tal vez, después de sentirnos extasiados de amor hacia nosotros, nos sea mucho más fácil vincularnos a los demás incondicionalmente, porque nada movilizará nuestro estado personal. Puede que, como dice Platón en El banquete, confundamos el amor con necesidad, y hablemos de lo que logramos, y no de lo que es el amor en sí mismo. Si el amor fuera el autoconocimiento pleno, podríamos hallarlo simplemente con sumar todo lo que hemos buscado en cada relación que hemos tenido.
Fue Platón quien hablo de varios tipos de amor que recogen cada uno de los entramados del alma de los que habláis de alguna manera. Porque aunque no hacéis una diferencia entre cada tipo de amor que os conmueve, si se puede ver a través de vuestros comentarios, que tenéis formas diferentes de expresar el amor. Platón decía que el cielo se mueve por amor. La tierra también se agita por su falta. Amamos a la justicia, a los valores más éticos y a las personas que nos rodean. Sentimos un deseo sexual y también una conmoción por la naturaleza que nos rodea. Acariciamos a un animal y vinculamos el afecto en esta relación.
Todas estas manifestaciones amorosas Platón las categorizó en Eros (sexual) Philos (amistad, familia) Ágape (a la trascendencia, a lo insondable). Y cualquiera de estas manifestaciones del amor exige de nosotros un modo peculiar de enfrentarnos a nuestros errores, a nuestras claudicaciones y a lo que nos aleja y dificulta el amor pleno.
Supongo por ello, que cuando hablamos de cómo mantener nuestro amor por los demás, podemos considerar con quién, y cómo podríamos modificar comportamientos para que haya un mayor calado en la corrección de la expresión amorosa.
Este tejido de amores y rupturas puede detallarnos qué parte de nosotros separó Zeus. Ganar a los dioses del Olimpo puede ser tan fácil como hallar las unidades del yo que andan perdidas para que podamos aprenderlas para siempre. De este modo, todos estaremos completos y será posible desligarnos de la carencia. Porque podemos sentimos deficientes en las relaciones de pareja donde el sexo y la dependencia física sean más notables. Pero también podemos estar sumidos de rencor y distancia de algún amigo o de nuestros padres y familiares. Y cómo olvidar el amor a los valores y la ética que nos conduce al respeto social tan desprovisto en la actualidad.
Sea como fuere, el amor fue un dios muy discutido y analizado por los grandes sabios en el año 400 a.C. Ahora, debido a las prisas y al poco tiempo, tan sólo en raras ocasiones nos sentamos a debatir sobre lo que es el amor, y cuán necesario es en nuestra sociedad. Antaño los hombres se reunían y profundizaban sobre los bienes de la vida y cómo encontrarlos. Debemos exigirnos que los argumentos sean igualmente penetrantes y marquen un hito sobre la vida para las civilizaciones futuras.
Gracias a todas por esta oportunidad de pensar e indagar en nuestro particular banquete.
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