¿Recordáis la historia del Águila?
Entre las aves, el águila es la que vive más tiempo: cerca de 70 años. Pero para alcanzar esa edad debe tomar una difícil decisión: nacer de nuevo.
A los 40 años sus uñas se encogen y se ablandan, dificultándole agarrar presas con las que alimentarse. El pico alargado y puntiagudo se encorva. Las alas envejecidas y pesadas se le doblan sobre el pecho impidiéndole emprender vuelos ágiles y veloces.
En ese momento le quedan al águila dos alternativas: morir o pasar por una dura prueba a lo largo de 150 días. Esta prueba consiste en volar a la cumbre de una montaña y buscar abrigo en un nicho cavado en la peña. Allí golpea el pico viejo contra la piedra hasta quebrarlo, y espera hasta que le crezca el nuevo. Con este pico nuevo se arranca las uñas, y cuando le vuelven a crecer, el águila se deshace de las plumas viejas. Después de cinco meses, con el plumaje renovado, arranca a volar, decidida a vivir otros 30 años.
A lo largo de la existencia, la posibilidad de sobrevivir y de no caer en la mediocridad depende muchas veces de imitar el ejemplo del águila. El que se entrega abatido ante las dificultades, tiende a abreviar sus días o a desaparecer del marco de interés para los demás.
Actualmente Europa tiene dos alternativas: denostarse económicamente y depender de otros estados, o pasar por la dura prueba de reinventarse. Decidir el menoscabo es caminar reptando detrás de Estados Unidos o de alguna otra potencia, esperando que nos escuchen, que nos protejan, que nos consuelen, y se rían de nuestra senectud y demencia. Algo que de alguna manera estamos realizando.
Si optáramos por renacer perderíamos el confort y papanatismo en el que estamos inmersos, sin embargo ganaríamos en autodeterminación, en nuevos sistemas de gestión y de producción. Nuestra experiencia debería favorecer cambios en las relaciones internacionales, y crear proyectos de desarrollo comunitarios en los que la productividad y la eficacia fueran la meta. Los países asiáticos estudian y favorecen intercambios económicos con los vecinos más próximos. Sus intereses nos están en hacer pleitesía a Estados Unidos, sino que intensifican su producción para ser líderes en los mercados emergentes.
Estados Unidos intenta aliarse con los poderosos, con temor de perder su primacía económica, y deja de lado a la vieja y caduca Europa. El coloso chino ha despertado, India está caminando con mayor firmeza, Japón se debate entre el éxito y el fracaso, Corea se sube al carro del modernismo y de las nuevas tecnologías. Todos ellos trabajan infatigables con su mirada puesta en los logros y no en el esfuerzo. Europa les mira con su mentón elevado, sin percibir el riesgo de su orgullo.
Europa logró mucho en el pasado. Ahora es imprescindible abandonar los recuerdos de la vieja historia, y vivir este presente dinámico y febril que exige investigar, crear y descubrir nuestro potencial colectivo y ponerle en marcha.
Abogo por una Europa consistente rejuvenecida y autosuficiente. Los europeos debemos llenarnos de ganas y de solidaridad. Así nos elevaremos por encima de las cumbres con nuestras alas poderosas y renovadas.
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