El pasado día 19, la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) convocó a algunos de los pensadores más conocidos para que reflexionaran sobre el reforzamiento de la sociedad civil. De las aportaciones que se fueron realizando resalto las que me parecieron más significativas referidas a la persona y a las estructuras sociales.
El filósofo Fernando Savater apuntó algunos de los valores que debía incorporar la sociedad para la conquista de una estructura moral.
El primer valor que consideró imprescindible fue la solidaridad, entendida como el medio de procurar que la mayoría de las personas obtengan ventajas de la sociedad. Savater apuntó que cuando los individuos sienten que los estamentos sociales abusan de ellos, acaban atacando. Urge, para evitarlo, avivar la relación entre todos los socios de esta comunidad y que todos podamos participar de los espléndidos beneficios de los grupos, beneficios que no pueden obtenerse con el rendimiento individual.
El segundo valor que señaló Savater fue la capacidad de cooperación, que exige entender lo que el otro necesita sin olvidar lo que uno mismo desea. En esta unión de intereses se liman las asperezas y todas las partes están en disposición de participar del bien grupal por encima del bien personal. Ampliaba estos datos Savater incidiendo en que toda la riqueza tiene una responsabilidad con la sociedad que ha participado activamente en el logro de ese enriquecimiento.
El tercer valor del que habló el catedrático fue la tolerancia. Savater enfatizó que debemos acostumbrarnos a vivir con lo que no nos gusta, pues sólo así podremos cambiar y evolucionar. Ahora bien, es imprescindible delimitar las cosas que para uno son intolerables y comunicarlo. Cada uno de nosotros somos un mundo particular y multifuncional. Se trata de estar con el otro. No de ser el otro o reivindicar quienes somos. Sólo poniendo el foco en estar con la sociedad, y participar activamente en sus necesidades, venceremos los nacionalismos y el radicalismo. La tolerancia exige convivencia y aproximación de intereses, y no complicidad ideológica o moral. Si pensamos en estar socialmente juntos conseguiremos una convivencia social proactiva y sólida.
Recordemos que participamos de una sociedad en la que convergen múltiples pensamientos, con los que a veces estamos en total acuerdo y en otras en desacuerdo. En la medida en que nos relacionamos como una sociedad multidiversa, en la que respetamos las individualidades y se trabaja por el bien colectivo, la importancia del yo cederá en aras de la tolerancia social.
José Antonio Marina centró su conferencia en la juventud, y remarcó que la familia española es superprotectora y amortiguadora de problemas, de tal modo que la juventud se alarga hasta los 31 años. Esto ha originado una impotencia confortable en los jóvenes y una ralentización del dinamismo social.
En una encuesta realizada a los jóvenes españoles, el resultado fue sorprendente. El 40% de los jóvenes están en el paro o con contratos basura y sin embargo el 82% respondió que eran felices (sólo por debajo de los jóvenes daneses). Estos jóvenes, según Marina, están faltos de motivación y con muy poco nivel de compromiso social y rebeldía. Y además con un bajo concepto de su imagen.
Se consideran:
· Egoístas.
· Poco responsables.
· Muy individualistas.
· Con muy poco sentido del deber.
· Bajos de estímulos a la hora de realizar esfuerzos.
Esto nos muestra que nuestra estructura social actual los convierte en vulnerables y demasiado sumisos. Para Marina, la culpa revierte en los adultos, que nos hemos preocupado de sus resultados curriculares, y en menor medida de su situación moral y ética.
Los jóvenes, según este pensador, aprovechan los vacíos que dejan los adultos exagerándolos. Estamos en un era en la que estimulamos a los jóvenes mediante premios obviando que los resultados que obtienen son normales y lógicos. Marina ponía ejemplos de jugadores de fútbol, a los que se prima por ganar sus partidos, o los bonus a directivos por cumplir con los objetivos.
Parece que si no hay estas gratificaciones, el directivo no ejerce su profesión con el mismo acierto. Marina resaltó que se ha perdido el concepto de deber como concepto pedagógico. Propuso estimular algunos valores en la juventud, como:
· La perseverancia.
· El aplazamiento de la recompensa.
· Prudencia para elegir metas.
· Optimismo en todos: profesores, padres, empresarios.
· Actuar activamente en la educación.
Marina acabó recordando que la ética es el conjunto de soluciones inteligentes que se nos van ocurriendo para resolver el problema de la felicidad de un individuo y de la colectividad.
Otros ponentes centraron su conferencia en la empresa y los líderes actuales, poniendo el énfasis en la ética, y en el aprendizaje que las crisis nos dejan.
Me encantaría que os convirtierais en renombrados pensadores interestelares, y que vuestros comentarios ampliaran el espectro de valores que la sociedad actual necesita para liderar con mayor ética y moral la vida de nuestro planeta, de sus individuos y de todo el sistema.
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