Seguimos nuestro post sobre la escucha activa que estuvimos desarrollando en el Post 074 (si estás abriendo el blog por primera vez, te pido que leas el anterior).
Todos los datos que aportamos a continuación son válidos para niños y adultos. Podemos detectar nuestra capacidad de escuchar activamente a través de la información que sigue:
Vamos a precisar algunos de los pasos imprescindibles para que se produzca una escucha activa que promueva la obediencia:
1.Que se oigan bien los sonidos. Cuidar la distancia y comprobar audición
2.Que se inicie el entendimiento. Para ello, deben separarse las diferentes palabras y sus posibles significados.
3.Que se distingan los conceptos que el emisor intenta trasmitir. Esto es: de qué habla y por qué.
4.Que se compruebe si se ha comprendido el mensaje reformulando lo que uno ha entendido y extrayendo conclusiones sobre las diferencias.
5.Que se repita el mensaje y se defina el resultado del mismo. O lo que es lo mismo: que se averigüe qué acción lleva implícita.
Por supuesto, hay que tener en cuenta la importancia de diferenciar las edades. Cuanto más pequeño es un niño, menores son sus recursos para el discernimiento de los comunicados. Algunos padres estiman los conocimientos de sus hijos muy por encima de su realidad. Los pequeños pueden repetir palabras y conceptos agrupados que han oído a los mayores, pero que para ellos no tienen ningún significado. Para comprobar esto, se le puede pedir que aplique lo que ha dicho a un caso práctico.
Es imprescindible preservar ciertos aspectos para que se produzca una escucha activa entre el niño y el adulto o entre cualquier grupo de personas:
1.Que el léxico sea apropiado y entendible
2.Valorar los aspectos emocionales como la voz, el timbre, el ritmo, la proximidad afectiva… (es muy negativo emplear vocablos o tonos autoritarios).
3.Coherencia entre la comunicación oral y no verbal. En ningún caso se debe impostar la voz o los gestos.
4.Que el oyente parafrasee lo que le se le ha dicho (hay que pedirle que lo repita como si se lo estuviera diciendo a un hermano, a un amigo, etc.).
5.Pedirle que explique qué va a hacer, cómo y para qué con lo que ha escuchado. Es decir: que clarifique su plan de acción.
En cualquiera de estos pasos el ordenante no puede darse por entendido, ni ayudar a discernir al otro. Es este únicamente el que necesita comprobar que ha interpretado debidamente todo el mandato. Sólo así podrá obedecer, que en suma es lo que se busca. Todo lo anterior tiene sentido si se da una orden y se revisan los resultados antes de formular cualquier otra consigna.
El oyente avisará de que no está escuchando a través de los siguientes comportamientos:
–Se distrae. Notas en sus ojos que está ausente y que hay un excesivo movimiento. Para escuchar es imprescindible el silencio corporal.
–No vale pedirle atención, hay que promoverla a través de reconocer lo que está haciendo o valorarle en sus éxitos.
–Recordar que la capacidad de atender de las personas es muy limitada (la de los niños aún más) Cuando se cansan buscan apoyos con el exterior
–La persona atiende a otras cosas y juega con ellas.
–Intenta irse a otro lugar.
Activaremos la escucha de los niños y los jóvenes si somos capaces de:
–Ponernos en su piel (sobre todo con los jóvenes).
–Reforzamos los éxitos que han tenido en ocasiones anteriores, rememorando hechos concretos.
–Estipulamos contratos para que vea que es una situación en la que estamos comprometidos todos.
–Les respetamos y en ningún caso los comparamos con otros (y mucho menos con hermanos o familiares muy directos).
–Suprimimos las generalizaciones. Que sepa de una manera concreta de qué se le está hablando.
Abraham Maslow, en su libro Hacia una psicología del ser, define a una persona sana como aquella que es autónoma, libre y capaz de escuchar y mostrar su singularidad en sus respuestas. Si además aprecia las situaciones de comunicación en toda su complejidad y se enriquece con las reacciones intelectuales y emocionales de los demás, su conocimiento se incrementará y será capaz de disfrutar de lo que Maslow llama «experiencias cumbre». Estas son experiencias que se producen en el habla y en la escucha, y que nos hacen más flexibles. La flexibilidad es una virtud que consideramos prioritaria para ejercer la autoridad y conseguir una obediencia participativa y en ningún caso claudicante.
Aunque el éxito de todo proceso de escucha y posterior obediencia depende tanto del emisor como del receptor, cuando queremos lograr que los niños nos obedezcan debemos recordar que lo que busca el adulto no estimula el interés del menor. Si los adultos realizamos un profundo trabajo de transformación en nuestro modo de emitir mensajes, se obtendrá un mayor beneficio que esperamos que esté siempre a disposición de apoyar y ayudar a que nuestros hijos logren estas experiencias cumbre.
Ahora, una vez potenciada la escucha activa podremos comprobar que la obediencia se produce de un modo natural, a la vez que se propicia una mejor relación entre todos. El cambio de actitud favorece las relaciones interpersonales entre personas de cualquier edad.
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