El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja acababa de finalizar un duro día de trabajo. Su cortadora eléctrica se estropeó, haciéndole perder una hora, y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos me invitó a conocer su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol tocando la punta de las ramas con ambas manos.

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