Las estadísticas son crueles. A veces nos hieren y nos conmueven. Pero pocos de estos datos, que son escalofriantes, nos movilizan. En muchos casos todo se queda reducido a algunos comentarios a la hora del café.
Un ejemplo estadístico son los más de 49 millones de norteamericanos que pasan hambre (más de un 16% de la población). De esta cantidad, 35 millones están por debajo del umbral de pobreza. La ciudad de Nueva York tiene más de 1,5 millones de neoyorquinos que están en condiciones miserables, y una cantidad superior a 1,3 millones viven en situación de «emergencia alimentaria».
Estas cifras parecen poco relevantes cuando hay más de 1.020 millones de seres que están pasando hambre en la Tierra (según la FAO). Sin embargo, son muy representativas cuando hablamos de la nación más rica y poderosa del mundo. Un 12% de la población estadounidense vive pobre, con hambre y sin seguridad social. Estados Unidos es el único país de occidente que no tiene esta prestación para sus ciudadanos. Y si bien ya ha sido aprobado por el Congreso el plan para la seguridad social, es todavía incierto que el Senado ratifique esta propuesta. Todos los intentos de los presidentes anteriores fracasaron. Dicho Senado no ha denegado el apoyo a los bancos, a las inversiones de maquinaria bélica o a otros planteamientos que posicionan a esta nación como un referente poderoso, incluido el deporte.
El gasto en armamento realizado por Estados Unidos en el año 2009 sobrepasó los 580.000 millones de dólares. Con esta cifra y la prevista para el próximo año se resolvería gran parte del hambre de estos millones de seres. Pero este país está sumido en el temor a los ataques provenientes del exterior y necesita protegerse de ellos. E inclusive considera imprescindible acudir a las guerras de otros pueblos, bien por intereses petroleros, bien por afinidad con sus vecinos, con el consiguiente aumento del gasto. La guerra de Irak cuesta unos dos mil millones de dólares a la semana, y no hay que olvidar que, también semanalmente, se destinan a Afganistán 390 millones.
Aunque todos estos números son impresionantes, lo que ha motivado este post son las contradicciones vitales en las que vivimos. El cantante Bob Dylan ha donado todos los royalties de las versiones actualizadas de sus canciones In the Wind y Little Drummer Boy con el fin de paliar en lo posible el hambre en Estados Unidos. Desconozco cuántos dólares podrá recaudar este cantante, pero sean los que fueren, sólo atenuarían el hambre de unos pocos. Nunca se aproximarán a las cifras anteriores.
Independiente de la repercusión económica que pudiera tener el noble y generoso ofrecimiento de Bob Dylan y de otros artistas de gran filantropía, deberíamos estudiar una estrategia consecuente y real para paliar los despropósitos políticos y de gestión económica de nuestros regentes. Es inaudito que la primera nación mundial adolezca de planes de desarrollo en los que primen las necesidades de los ciudadanos y sus intereses sociales, por encima de cualquier respuesta a crisis externas. Vietnam y, en el presente, Irak, son una muestra de la poca utilidad de estas incursiones bélicas.
Si las naciones semejan una gran organización que rige los slots online intereses de sus ciudadanos, debería estar en la agenda como primer deber, y máximo derecho, el abolir el hambre y la miseria, además de las vitales cuestiones de salud y educación. En Estados Unidos más del 4% de su población es analfabeta, y aproximadamente un 25 % tienen dificultades para leer y aplicarse en la informática. Y esto sin contar a las personas que mueren por negárseles ayuda sanitaria.
Hablo de priorizar intereses. De comprobar dónde ponemos el foco de nuestra atención. En estas fechas muchos vivimos rozando los límites de inviabilidad económica, pero incrementamos nuestro gasto por unas fiestas que derivan en daños colaterales que son mucho más relevantes que los placeres que reportan.
Si los ciudadanos aprendiéramos el buen orden del gasto, si además sumáramos a ello la implicación en política social, si volviéramos a los debates de los antiguos griegos e indagáramos en el sentido real de la existencia del hombre, posiblemente hallaríamos soluciones más impactantes y de mayor contenido que el ejercicio de la caridad mal entendida. Ser caritativos en el amor y en la compasión tiene sentido, privar al hombre de sus derechos y convertirle en un deudor de otros hombres, no.
Estados Unidos es la primera nación del mundo y debería ser un espejo en el que todos nos miráramos. La duda que me acomete es si es la primera nación por los recursos de sus tierras o por la sabiduría de sus gentes. Porque si es por lo primero, pronto vivirá la tragedia de no haber cuidado su capital humano. Y no parece muy sabio que se entreguen millones de dólares para ayuda humanitaria en otros países cuando sus gentes padecen hambre.
Quizá habría que gobernar con el pensamiento enfocado hacia el pueblo y su bienestar, y además estudiar planes a corto, medio y largo plazo para que los ciudadanos del mundo puedan acometer un desarrollo integral. Porque subsidiar arbitrariamente y ante crisis puntuales sólo provoca que los mandatarios empleen estas cifras astronómicas en paliar sus errores, y no en que repercutan realmente en los necesitados.
Busquemos la coherencia en nosotros para revertirla en todo. Es un deseo para el año 2010.
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