Estamos llenos de verdades absolutas. Si escuchamos una conversación política, deportiva, amistosa, profesional o personal, podemos detectar un mundo de realidades indiscutibles en cada uno de los participantes.
El pasado, tan indescifrable como el futuro, nos devuelve imágenes que se han convertido en armas de discusión permanente. Ya de nada vale lo que hemos aprendido, lo que hemos experimentado o lo que forma parte de nuestra identidad. A nuestro lado alguien esgrime sus vivencias con el mismo absolutismo y pensamiento radical.
La suma de experiencias vitales hace que la vida sea una caja cerrada donde la sorpresa, lo innovador, lo diferente, no forman parte del colorido cotidiano.
Somos implacables con nuestras creencias y nos olvidamos que, como tal, son subjetivas, particulares, equivocadas y válidas únicamente para nuestro discurso y en tanto que elementos de base para nuestro crecimiento y aprendizaje.
Basta con mirar al pasado para darnos cuenta de la cantidad de verdades dominantes que fueron cayendo, cuestionando lo existente y comprendiendo que era el momento de ver las cosas de otra manera.
Si queremos romper las ataduras de un pasado en algunos aspectos equívocos, sólo cabe preguntarse qué pasaría si mi
ro la mesa, la silla, los vasos, el asfalto, la calle por la que paso todos los días, los conocimientos que tengo, el devenir de las cosas, la crisis, la economía… en fin, todas y cada una de las cosas que son mi maleta de viaje de hoy, de una manera diferente, sin cuestionarme qué es, cómo se hizo, para qué sirve, simplemente comprendiendo que mis etiquetas han convertido lo que miro en objetos sin vida, inanimados porque se les ha adjudicado una realidad derivada de experiencias añejas, que por ello mismo no son totalmente verdaderas ni reales. Son subjetivas, limitadas a mis insignificantes pensamientos personales.
Mira a tu compañero de trabajo de otra manera. No le adjudiques sentimientos, conocimientos, actitudes que no le has visto hoy, que son de ayer, de otro tiempo. Piensa qué sucedería si este pensamiento lo extiendes a la totalidad de tus experiencias. Cada una de las personas que hoy se cruzan en tu vida es libre para haber cambiado, para saber realizar las cosas de otra manera.
Observa tus tareas de hoy sin tiempo, sin miedos. Déjalas libres para ser diferentes, para vivir en tu entorno con otra sensación en la que no hay etiquetas de mucho, poco, demasiado, imposible, sino sólo tareas que viven en libertad para llenar tu mente de una savia nueva y renovada.
Escucha a tu compañero de otra manera, deja que su cambio de ayer impregne tu relación de hoy. Porque hoy nada puede ser como ayer, ni como mañana.
Hoy todo es diferente y vamos a mirarlo de otra manera. Vamos a dejarlo ser más allá de los juicios preconcebidos.