MARCA.COM I Por Joaquina Fernández

Ya han pasado casi tres años desde que Diego Cholo Simeone llegó al Atlético de Madrid. En este tiempo ha cosechado cuatro títulos y miles de palabras elogiosas. Sin embargo, poco o nada se dice de este hombre y de sus silencios, que llena con gestos. ¿Qué podemos concluir sobre la personalidad del Cholo si observamos su comunicación no verbal? Veámoslo.

Lo que cualquiera podría decir sobre Simeone si le observa un poco es que tiene un carácter expansivo, sociable, muy emocional y expresivo. Si bien al principio puede mostrarse comedido, es obvio que el entrenador nunca está en calma, y todos le hemos visto durante los partidos caminar de un lado a otro mirando hacia el campo y al suelo. Si analizamos con detalle sus gestos, veremos que también es característico del entrenador el mover su mano izquierda, como todos los que cuidan a las personas. Cuando algo le incomoda eleva su mano derecha y marca sus límites. No es un hombre de miedos en el campo, aunque la tensión le lleva a apretar sus mandíbulas y a refrenar su cólera si las cosas no salen como espera. A veces su labio superior desaparece y aprieta sus dientes.

Se trata de un hombre pasional, nervioso, impaciente en ocasiones, pero en ningún caso brusco o hiriente. La profesión va por dentro. En no pocas ocasiones busca el apoyo emocional del público y, como un director de orquesta, logra que su auditorio vibre y grite con él. Para que esto ocurra es imprescindible ser auténtico, y el Cholo lo es.

Simeone hace un gesto peculiar de autoafirmación cuando sus decisiones le confirman que tiene razón: aprieta el puño derecho y lo agita arriba y abajo. Es como si tomara la idea en sus manos y le diera fuerza. Además, le gusta tocar y ser tocado, como si así fuera más real el éxito, el dolor o las fatigas.

Para Simeone su prestigio es vital, y procura tener buen aspecto. Lleva su pelo engominado y le preocupa perderlo. Se le ve en el cuidado que pone en que el cabello le cubra su cabeza. Esa preocupación le está llevando a desarrollar un tic, eleva sus dos manos y las pasa por los laterales de su cabeza para que todo quede en su sitio y no se noten desperfectos.

Los antiguos dirían que el Cholo tiene un temperamento sanguíneo, pues por encima de todo es sociable y apasionado. Amigo de sus amigos, amante de su familia, cariñoso con los que le quieren, y con los que no también. Por el contrario, se muestra tímido e inseguro ante la prensa, pues quiere ser perfecto y teme equivocarse. Lo que para los antiguos era una personalidad melancólica. Su rostro se llena entonces de microexpresiones de temor: tragos de saliva cortos, elusión de la mirada directa, suspiros inversos, bajadas de cabeza, picores en la frente, la nariz, el mentón y los labios. Ahora bien, si algún periodista rebaja el mérito de sus jugadores, entonces sus microexpresiones son de desprecio: eleva el labio superior hacia un lado, se coloca la corbata, tira de la chaqueta hacia delante y cierra las aletas de su nariz en señal de que por ahí no esta dispuesto a pasar.

Es también en las entrevistas cuando aparece su personalidad más melancólica, analítica y pesimista. Sus palabras están teñidas de cierta añoranza. Se recrea en los esfuerzos y en que nada puede ser fácil. El mismo dice «Ser del Atlético es ser trabajo, pasión, humildad…».

No cree en la suerte, en la parte cómoda de la vida. Simeone se presenta como aquel al que nada le regalaron.

En cambio, en los entrenamientos todo su cuerpo se posiciona en la lucha, en la batalla. Sus piernas mesomórficas, como las de todo gran deportista, se muestran firmes y rectas, un poco abiertas, al viejo estilo del oeste. Ahí aparece su lado más práctico. La cabeza está erguida, algo retadora. Para controlar su mundo emocional mete su mano izquierda en el bolsillo, y con la derecha dirige a sus hombres. Es como un gran padre que educa desde el amor y la exigencia.

Simeone no es un hombre dominante. Dirige por convicción y no por imposición. No es tampoco paciente, pero sabe soportar lo que le viene. Respeta a los rivales. Les quiere vencer, pero en el campo. Fuera no compite con ellos. No está dispuesto a tener odios o rencores. Tampoco a que los tengan los seguidores del Atlético.

Dentro de las competencias de alto rendimiento, la comunicación no verbal de Simeone nos muestra a un hombre rápido, orientado a los resultados. Posee una alta competencia interpersonal, ya que entiende que los logros solo son posibles si todas las personas participan. Su forma de establecer los compromisos con sus jugadores nos muestra también a un hombre dialogante, motivador y lleno de referencias optimistas. Simeone argumenta y justifica todo lo que sucede a través del esfuerzo común.

La personalidad de este entrenador hace que sus métodos sean innovadores e inesperados. Para él los éxitos pasan por las personas, por el compromiso y sin duda por hacer cosas nuevas sin olvidar las que funcionaron previamente.

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