MARCA.COM I Por Joaquina Fernández

Todavía suenan en el Bernabéu los gritos de “Hala Madrid, hala Madrid”, cuando Luis Enrique, el entrenador del Barcelona, aparece en la rueda de prensa. Es muy significativo que entre en la sala de prensa con paso raudo y firme, sin mirar a las personas ni esbozar una sola sonrisa. La conectividad no es la mejor cualidad de Luis Enrique, aunque sin duda es cortés.

Delante de los periodistas se encuentra un hombre decepcionado pero con el mentón hacia delante. Este gesto es característico de quienes, como Luis Enrique, son luchadores que se enfrentan a las arenas del desierto, recorren kilómetros en solitario sin ceder a las lesiones y basan su éxito en lograr vencer a contrarios que no tienen nombre.

Es difícil escuchar a Luis Enrique pronunciar el nombre de sus enemigos. Son el equipo contrario, así lo ha dicho varias veces durante la comparecencia dada tras el partido entre el Madrid y el Barcelona, si bien eso no significa que no los valore. Como hombre luchador que es, sabe valorar un contrario cuando lo tiene delante. Así, cuando tras el partido reconoce las cualidades del Madrid, superior sin duda al Barcelona en esta lid, habla convencido de lo que dice y respeta al contrario.

En comunicación no verbal se analiza el liderazgo atendiendo a cuatro premisas: el líder táctico orientado a resultados tangibles y medibles; el líder relacional, que es el que vigila su prestigio, las conexiones, la generación sinergias y el resultado que se deriva de ellas; el líder estratégico, que tiene que ver con la capacidad de idear y construir los mejores modos de conseguir los resultados; y el líder de líderes, que conjuga todo lo anterior con sabias tomas de decisión y que sabe vender sus éxitos más allá del contexto en el que lidera. Cada uno de estos modelos de liderazgo se evidencia con una serie de ítems orales y no verbales

Sin duda, Luis Enrique cubre todos los ítems propios del líder táctico. Abre las piernas como si de dos columnas vertebrales se tratara, separa sus brazos o los pone en jarras, manifiesta el ego hacia fuera con la cabeza hacia arriba, el mentón adelantado, los labios apretados y la mirada distante, y utiliza pocas palabras, aunque precisas y honestas. Si bien tiene esas características, también es cierto que le faltan movimientos que evidencien su liderazgo en otros campos, pues se abre poco a las relaciones, su locuacidad es escasa y permanece en una zona de control, es decir, con bastante distancia de aquello que le entretiene o le aleja de sus objetivos.

Luis Enrique mira la vida desde los resultados. Confía en lograr lo que quiere cuando la tarea depende de él. Sin embargo, le falta la visión estratégica en el tiempo presente. Necesita estudiarla y verla en perspectiva. No es broma que durante su trabajo con el Celta necesitara subirse a un andamio para ganar una perspectiva mayor y más acertada. En la intervención que dio tras el partido remarcó que necesita ver de nuevo el encuentro, porque las jugadas van muy rápido. Todo esto nos señala que Luis Enrique es un hombre táctico pero no tanto estratégico.

Analizadas las ruedas de prensa previa y posterior al partido nos encontramos con gestos que muestran a un Luis Enrique más nervioso (se nota por su movimiento labial y la lentitud de sus respuestas, o por cómo aprieta los labios, 11 veces en la primera entrevista y 22 después de la derrota). Cuando escucha levanta la cabeza para poner distancia y darse tiempo. Traga aire, lo que denota ahogo e inquietud, aprieta sus labios como si quisiera frenar las palabras, muestra las aletas nasales abiertas (gesto de ira o enfado), se toca la corbata para poder tragar la pregunta antes de dar la respuesta. Todos estos gestos se multiplican después de la batalla perdida.

Luis Enrique se rasca, se mueve en la silla, se coloca la chaqueta, mostrando que no controla lo que le sucede y que además eso es algo que no le gusta.

Un poco de sensibilidad y una mayor estrategia transformarían a nuestro personaje en un entrenador mucho más carismático, y posiblemente podría reducir los picores en el rostro y en el cuello que muestra en la mayoría de sus entrevistas, dejando en evidencia lo que le molesta no controlar lo que pasa. Su frente con grandes arrugas nos indica que vive en la perplejidad.

Los gestos de su boca y su forma de mover el mentón parecen evidenciar el hábito interno de preguntarse: y esto ¿para qué? Como si todo fuera demasiado evidente para él y no entendiera por qué no es evidente para los demás. A pesar de que dice no arrepentirse por haber sacado a Luis Suárez desde el principio (repite dos veces que no se arrepiente para nada), deja ver que hay algo en esta cuestión que le conmueve. Su movimiento inquieto en el asiento y sus gestos de nerviosismo lo revelan.

En definitiva, podría decirse que lo más sobresaliente de este hombre es su orientación a resultados, y que por ello le es tan fácil reconocer la táctica positiva y la fuerza en las transiciones que tiene el Real Madrid. Seguramente a todos nos cuesta reconocer las cualidades de los contrarios, y es por ello que la honestidad que muestra Luis Enrique a la hora de valorar al eterno rival resulta admirable.

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