En el libro La enfermedad como camino, en el capítulo VIII, los autores dicen:
«Todas las substancias que entran en el cuerpo pasan por la sangre. Los riñones actúan como una central de filtrado. Para ello tienen que poder reconocer qué sustancias son tolerables y aprovechables por el organismo y qué residuos y toxinas deben ser expulsados».
Una de las bases de una feliz convivencia exige aceptación. Esta aceptación sólo es viable cuando las dos partes implicadas son conscientes de los objetivos que les han llevado a formar la unión, tanto en el sentido profesional como personal. La convivencia en cualquier área de nuestra vida precisa de un filtrado permanente de las diferentes visiones que tienen las partes que forman el complicado entramado de las relaciones.
Una relación se establece bajo la premisa de la compensación. Cuanto más diferentes son los puntos de vista, las experiencias previas y los conocimientos, más atractiva y singular resulta la conexión. Ahora bien, esta misma diferencia exige un nivel de empatía muy elevado, además de un alto grado de tolerancia hacia la diversidad. Esta variedad de modos de acometer una misma función conlleva en muchas ocasiones divergencias y conflictos. Tener unos buenos riñones permitirá eliminar las toxinas que no aportan valor y sólo detienen el proceso de crecimiento mutuo, fijando la mirada en lo provechoso y útil de la relación.
Según los autores, el riñón tiene un doble mecanismo complejo que le permite, por un lado, retener las moléculas de albumina, y por otro, las sales vitales, de las que depende el equilibrio de álcalis y de ácidos.
La relación entre dos personas está sometida a una continua ósmosis que exige mostrarse muy sensible a las moléculas afines, dúctiles, flexibles, en fin, a todas aquellas experiencias en común que conforman la parte más íntima de la r
elación, así como a los enfrentamientos, las discusiones, la disparidad de opiniones, o lo que llamaríamos la parte más ácida de la convivencia. Ambas sustancias, las que animan la parte más íntima y cercana, como la que moviliza los estímulos que provienen del exterior o son más susceptibles de tensión, precisan de confianza y voluntad, amén de vencer la tendencia a ejercer un poder único.
La relación, al igual que el cuerpo, necesita un equilibrio estable entre los ácidos y los azúcares, entre lo que es fácil y difícil, entre lo que es afín a la relación y lo que no lo es. El riñón es el órgano que mantiene este equilibrio entre luces y sombras. Los integrantes de una relación conviven con lo mejor y lo menos luminoso de ambos, y esta confrontación sólo puede ser viable e imperecedera si ambos componentes están dispuestos a ver proyectado en el otro lo que no supera de sí mismo. Es más, el riñón nos da pistas de cómo eliminar todo lo que sobra, y como apropiarnos de lo que es imprescindible para la mejor convivencia y continuidad de la unión.
La pareja necesita beber mucho de la fuente del otro para filtrar adecuadamente todo aquello que empieza a resultar molesto o inadecuado para la pacífica convivencia.
Los riñones se quejan cuando nos negamos a ver algo positivo en los demás o cuando luchamos por nuestra independencia y negamos la libertad al otro, así como en los casos que sometemos a la persona a dominio totalitario.
Este post es sólo un apunte para abrir la mente a un mundo holístico y lleno de significados