«Nuestro antihéroe necesita identificar sus áreas de mejora para preparar su transformación e iniciar el camino»: así terminaba el post la semana pasada. Y el punto de partida para que el Huérfano realice este trabajo sin miedos es conocer e identificar sus objetivos y las metas que quiere lograr.
Nuestro personaje precisa iniciar el camino aun sin conocer todas sus fuerzas, pero decidido a probar su suerte. En las alforjas lleva los aprendizajes que ha vivido en la jaula dorada, cada uno de los valores de su entorno social, de su familia, de las personas que han forjado su estructura y linaje. Identificar y evaluar estos ideales le dará el impulso necesario para iniciar el camino de su libertad. Atrás queda el pasado, del que no puede abstraerse, pero al que no debe volver.
El imaginal del Huérfano lo conforman pensamientos tenebrosos y quimeras de éxitos a través de luchas ganadas al dragón. Ahora es el momento de detenerse y recrearse en un ánimo reconfortado en el que no tengan cabida el desánimo o el abatimiento. Es preciso construir pensamientos positivos del yo. El Huérfano necesita vivir el yo puedo, repetido una y otra vez: yo puedo, yo puedo, yo puedo… para crear el hábito del éxito a través de rutinas que solidifiquen el edificio de su voluntad. Pequeños hitos de cambio que día a día son las murallas contra el desaliento.
Desde este pensar constructivo el mundo le resulta grato y puede enfrentarse a las pequeñas responsabilidades eludiendo la ayuda exterior y la dependencia. La mirada del Huérfano debe posarse sobre lo que puede y aislarse de lo que no, confiando en sus aprendizajes diarios.
La metamorfosis del Huérfano requiere de tiempo, y en este devenir es imprescindible la conciencia de sus actos. Es proclive este personaje a justificar sus acciones indignas con las circunstancias que le rodean, y para evitarlo debe aceptar la justicia como un bien social y la autoridad como el medio para regir las estructuras sociales que le sustentan y le apoyan en su proceso de madurez.
El constructo de la confianza en sus propias fuerzas debe pasar por un equilibrio económico que implique vivir de sus ganancias. La regulación de sus ingresos y gastos es el eslabón de una cadena de dar y recibir armónica, donde el Huérfano debe eludir el gimoteo y dejar de sentirse pobre y sobrecargar con esta penuria a los demás. Y ante la envidia por los logros de los otros, nuestro amigo debe valorar sus ganancias y fijarse objetivos nuevos de los que podrá salir triunfador si los obtiene a través de sus esfuerzos.
Para saciar su necesidad permanente de reconocimiento es imprescindible revisar a diario los resultados positivos y determinar qué actitudes los han originado para reforzar esos comportamientos en el nuevo día. Contribuirá a ello recordar todas las palabras de elogio que durante la jornada ha recibido de sus compañeros, colaboradores o amigos. Frases que son un mantra o refuerzo para este nuevo mundo.
El Huérfano percibirá el final de su orfandad cuando se sienta estimulado por la valentía y la independencia económica y afectiva. Un día amanecerá con una mente práctica y resolutiva convertido en el protector de su familia, de sus amigos y de todos.
El Huérfano deja de serlo cuando se pone al servicio de otros, que al fin y al cabo es la meta de cualquier héroe que se precie de serlo.