El Guerrero ha vivido prisionero de su entorno, donde reconoce enemigos que no le permiten avanzar. Ha luchado contra el sometimiento en muy variados y diversos escenarios, cayendo en el despotismo y esgrimiendo un complejo de superioridad que le
ha imposibilitado lograr el consenso y la colaboración de otros. Cansado y con su armadura resquebrajada, el Guerrero lucha contra su inflexibilidad e intolerancia. Anhela el perdón de los abatidos por su espada, e inicia su apertura hacia una nueva forma de poder más democrática. Es el tiempo de abandonar batallas infructuosas.
Este héroe empieza a comprender la importancia de su papel social, y descubre que si lucha por sí mismo es probable que pueda cambiar el mundo. Quiere afianzar su liderazgo en la sociedad desde términos más implicados con el bienestar. Estudia y aboga por la construcción de un rededor repleto de posibilidades. Cabe en este instante entregarse a una causa más justa donde sólo la paz tenga cabida, y a tal fin, pone al servicio de la comunidad su intelecto, ampliando su capacidad para discriminar lo útil de lo que no lo es. Aporta información que ayude a identificar nuevos roles, y de este modo enseñar a las personas a olvidarse de sus mezquinos intereses personales para abrirse a un interés general. Es así como todos pueden aunar sus fortalezas y optimizar las oportunidades de cambio.
Es este héroe el que confía en el sentido espiritual del hombre. Y sabe que esta fuerza interior precisa ser expresada y evidenciada a través de unos dinámicos y sólidos ideales. Coherencia, integridad, nobleza… son algunos de los valores que conforman el alma del Guerrero. Y de ellos se nutre para acometer la batalla diaria.
En su pasado este héroe pagó el peaje del vagabundo y logró vencer su negativa a los límites y las reglas. También ahondó en el victimismo del mártir, hasta aceptar los compromisos y las responsabilidades. Y conformado por este crisol, el Guerrero renovado nos aproxima a un mundo donde el honor está en ejercer la voluntad hasta sus últimas consecuencias.
En su crecimiento y evolución personal, el Guerrero descubre que para triunfar es imprescindible hallar su identidad verdadera (quién es, qué quiere, cuál es su destino). Y concluye que el único vencedor y perdedor es él. Su batalla, que se centraba en derrotar al dragón, es falsa. Los males que atribuía a la humanidad desaparecieron, y sólo quedó su detractor personal. Un yo interior irreverente y malévolo. Su dragón interno, en el que se reflejan sus miedos y sus temores.
Este buscador acabó debatiéndose con su mal y lo derrocó para siempre. Con su victoria ha disuadido al agresor, y ahora moviliza a la sociedad hacia un mundo mejor, más asequible y equitativo, reduciendo los movimientos inapropiados y poco fértiles. Atrás quedó el Guerrero eminentemente dualista. Su corcel le aleja del radicalismo, y ha aprendido a jerarquizar su fuerza hacia el equilibrio y la templanza. Dirimió su conciencia entre dos polos que le cegaban. Sirvió en una guerra en la que se debatían los malos contra los buenos. Ese absolutismo, que solía aflorar en demasía, era una de sus mayores debilidades. En este punto aprendió a definir qué es lo bueno, y optó por ponerse a su servicio.
Nuestro Guerrero ha triunfado, y los fatalismos de los que se nutría yacen derribados para siempre. Lejos ha quedado su sexismo, su xenofobia y su clasismo, que le tenían subyugado. Entiende que debe colaborar para reducir los grandes males de la sociedad actual: la devastación ambiental, la desigualdad de género y razas, las guerras inútiles, la mezquindad y la avaricia…. Comprende que es su buen ánimo y colaboración la que puede disolver tensiones y construir nuevas realidades. Nuestro caballero está al tanto de que la batalla es diaria. Para ello es imprescindible tomar decisiones que confieran seguridad al grupo.
Este héroe aprende a decidir analizando todos los actos que han conformado sus experiencias pasadas. Desde estos comportamientos realiza aprendizajes y trasciende de sus intereses personales. Lo general prima sobre lo personal. El Guerrero actuó con fuerza y valentía, y venció. Pero ahora este héroe debe recordar que esta victoria se produjo porque reconoció otras ideas, respetó otros ideales. Amén de que su liderazgo operó junto otras jerarquías, con las que colaboró sin competir. La obediencia a su autodeterminación le otorgó integridad. Y es esta honestidad la que engrandeció su discurso, le posibilitó defender múltiples criterios y llegar casi siempre a enriquecedores consensos.
Atrás han quedado las victorias sangrientas. Ahora en el campo de batalla la espada es la dialéctica. La armadura la reflexión. Y la victoria es de todos los combatientes.
El líder de líderes, el Guerrero, avista sin tregua el futuro y se asusta. Quiere bajar de su montura y deleitarse con algún placentero retiro . El miedo a la entrega plena, sin fisuras, le detiene. Poder y gloria en detrimento de placer y confort.
El camino del héroe necesita un profundo autoconocimiento, liberar la inestabilidad emocional y comprender que la automotivación debe trascender los intereses personales.
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