Se cuenta que el político y orador ateniense Licurgo (396 a. C.), discípulo de Platón y de Isócrates, fue invitado a dar una conferencia sobre educación. Licurgo aceptó la invitación, pero pidió un plazo de seis meses para prepararse.
El hecho causó extrañeza, pues todos conocían que él tenía capacidad y condiciones para hablar en cualquier momento sobre el tema. Por eso lo habían invitado.
Transcurridos los seis meses, Licurgo compareció ante la Asamblea, que estaba expectante.El orador se ubicó en la tribuna, y enseguida entraron unos criados portando cuatro jaulas.En cada una había un animal; en total, eran dos liebres y dos perros.
A una señal preestablecida, uno de los criados abrió la puerta de una de las jaulas y una pequeña liebre blanca salió dispara y espantada.Luego, el otro criado abrió la jaula donde estaba uno de los perros, y éste salió raudo a la captura de la liebre.La alcanzó con destreza, despedazándola rápidamente.
La escena fue espantosa y afectó a todos los presentes. Una gran conmoción dominó a la Asamblea. Nadie comprendió lo que Licurgo deseaba con tal agresión.Licurgo no explicó cosa alguna y volvió a repetir la señal establecida, y la segunda liebre fue liberada de su jaula.Enseguida dejaron libre al otro perro.
El público contuvo la respiración. Los más sensibles taparon sus ojos para evitar ver la muerte del indefenso animal, que corría y saltaba, ignorante de lo que le esperaba.
En el primer instante, el perro embistió contra la liebre; sin embargo, en vez de destrozarla, la tocó con la pata y la liebre quedó bajo su pata. De inmediato la soltó y esta se irguió y se puso a jugar con el perro.
Para sorpresa de los allí presentes, ambos animales mostraron tranquila convivencia, saltando de un lado para el otro.
Entonces Licurgo habló:
«Señores, acabáis de asistir a una demostración de lo que puede la educación. Ambas liebres son hijas de la misma matriz. Fueron alimentadas de igual manera y recibieron los mismos cuidados. Y lo mismo los perros. La diferencia entre ellos reside únicamente en la educación.»
Y prosiguió vivamente su discurso, exponiendo las excelencias del proceso educativo:
«La educación basada en una concepción exacta de la vida transformaría la cara del mundo. Debemos educar a nuestro hijo, esclarecer su inteligencia, pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándole a despojarse de sus imperfecciones. Recordemos que la sabiduría por excelencia consiste en volvernos mejores.»
Esta historia, que no importa si es verdadera o no, nos enseña la diferencia entre vivir nuestros instintos o aprender a emplearnos para nuestro bienestar. Licurgo necesitó 6 meses para adiestrar a los animales. La necesidad que tenemos de resultados rápidos nos impide vivir grandes experiencias de mejora personal y de triunfo social.
Quizá esta historia os anime a comprobar los óptimos resultados cuando educamos, a nuestros hijos y a nosotros mismos, con disciplina, estimulamos la voluntad, orientamos la motivación beneficios sociales.. . Un contrato de seis meses puede elevar nuestra ética y avivar nuestra responsabilidad con los demás
Vuestros comentarios serán muy valiosos hoy.
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