En una sociedad que nos exige que vivamos de manera acelerada, la rapidez y las demás dependencias nos adormecen al punto de hacernos insensibles a nuestros sentimientos. En estas condiciones, nos resulta prácticamente imposible habitar nuestro cuerpo o permanecer ligados a nuestro corazón, y con más razón ligarnos al prójimo y a la tierra
Jack Kornfield
La felicidad sólo podemos hallarla desde una serenidad y calma interior. El modo de alcanzarla va a depender de poner freno a nuestra aceleración. A casi nada le concedemos el tiempo que necesita. Ni a las relaciones, ni a la preparación de nuestros alimentos, ni a las tareas o al estudio. El reloj con tu tic tac mordaz e imparable nos arrastra a la inmediatez y perdemos de vista el ideal, la ilusión, la motivación intrínseca y, a todo aquello, que tan sólo hace unos días decíamos que era nuestro único afán.
Piensa qué querías de tu vida hace unos 7 años. Recuerda qué aspiraciones, metas, objetivos llenaban tus conversaciones, tus lecturas, tus pensamientos. Analiza qué ha sucedido de todo aquello. Qué cosas has cumplido, cuáles no, cómo te encuentras por ello.
Nuestro cuerpo es posible que muestre la falta de ilusión, la dejadez, el paso de la vida sin destino…Los pies caminan cansados y los pensamientos se repiten sin movimiento.
Habitemos nuestro cuerpo para sentir nuestro corazón, y que podamos aproximarnos al prójimo de tal modo que todos juntos, venciendo a la premura y a la agitación podemos hacer fructífera nuestra tierra.
Tenemos una oportunidad de cambio cada instante, pero pasado ese momento ya no podemos repetirlo, aunque nace un nuevo minuto para impulsarnos otra vez hacia delante. Caminemos al ritmo de Yo Interno y dejemos que lo innecesario vuele mecido por el viento.
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