La mayoría disponemos de cinco sentidos, pero hay otros dos que tienen una importancia especial: el sentido del humor y el sentido de la perspectiva. En ellos se origina una natural efusión de gratitud. Si nos falta perspectiva también nos falta sentido del humor, entonces las pequeñas desilusiones, las expectativas no cumplidas, las imperfecciones o los errores de otras personas nos pueden alterar.
Sin embargo, aquello que nos hemos encontrado con fuertes retos y pruebas, como el sufrimiento, la enfermedad y la muerte de un ser querido, tenemos un punto de referencia distinto. No nos preocupan las insignificancias, y sentimos gratitud por los más pequeños favores y bendiciones…
A medida que pasa el tiempo, con una perspectiva más amplia, cambian nuestras percepciones. Comenzamos a agradecer no sólo determinados favores, actos de bondad o circunstancias agradables, sino también cosas pequeñas, como ver salir el sol, o la belleza de un árbol mecido por la brisa. La perspectiva también nos lleva a una profundo tipo de humildad, no en el sentido de mansedumbre, sino de valoración de nuestro lugar en el vasto universo y la oportunidad que representa la vida, ya sea que nos vaya bien o no en ese momento…
Si alguien nos hace un favor, las convenciones sociales nos dicen que «debo» agradecérselo. Pero si le he proporcionado a esa persona la oportunidad de dar, de servir y de elevar su sensación de valía personal, tal vez ella debería agradecérmelo a mí. Cuando más profundamente las miramos, más evasivas se vuelven las « reglas» de la gratitud.
La gratitud trascendental va más allá de las convenciones sociales. En lugar de sentirnos agradecidos a alguien, nos sentimos agradecidos por esa persona, por Dios, por el Espíritu que actúa a través de ella. Comenzamos a sentir gratitud por todas las personas y por todas las cosas que hay en nuestra vida. Este sentimiento nos eleva y nos anima y nos sirve para elevar y animar a otras personas, reconociendo que, en definitiva, todos estamos juntos»
Dan Millman (Autor del Guerrero Pacífico)
Distinguir lo profundo de lo superfluo, lo que debemos de lo que deseamos, es una labor imprescindible para una convivencia llena de sentido. Lo personal prima sobre lo colectivo, el ego nos perpetúa como seres separados y divididos.
La gratitud trascendente que nos propone Dan Millman, nos lleva más allá de agradecer a alguien actos limitados y contradictorios.
Un día para llenarnos de gratitud trascendental. La gratitud que surge del alma.
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