El temperamento melancólico ha provocado comentarios derrotistas y algo pesimistas. Cómo no, es su cualidad más notoria. En realidad, todos los comportamientos que nos disgustan son complicados de asumir como propios. Los temperamentos más polarizados en sus áreas de mejora son el colérico y el melancólico. Más por su rencor y su dificultad para perdonar que por otras de sus características, que son también relevantes. Los temperamentos que no recuerdan las ofensas, los que viajan ligeros de equipaje, aquellos que llevan en su maleta sólo lo necesario, son mucho más sencillos. Por ello las debilidades del sanguíneo y el flemático son menos insidiosas y avivan menos resquemor y rechazo.
Ahora bien, los motores del cambio, los enardecedores de las transformaciones vitales, son los temperamentos que afectan a las relaciones y su evolución. El origen es su tendencia a vengarse cuando las cosas no salen como ellos quieren. El melancólico se ataca y menosprecia casi de continuo. El colérico hace lo mismo, pero con los demás.
Por ello es necesario relajarse. Relativizar estas lecturas y plantearse la tarea de arremeter contra los dragones de la soberbia que nos conminan a escondernos. Aligeremos el equipaje de los miedos y enfrentémonos valientemente contra todo aquello que nos debilite y nos asuste.
Consigo mismo: su mirada sobre el mundo que le rodea es negra y adversa. Este advenedizo futuro que presagia tormentas permanentes en la vida de este temperamento, se aviva mucho más cuando se analiza a sí mismo. Su corazón llora casi constantemente. Podríamos decir que en los pocos momentos de cordura analítica, en la que se atisba una pequeña apertura a la luz, este temperamento sigue viendo nubes grises que pronto serán nubarrones negros.
Volátil en su concepción vital, pasa por etapas de gran inestabilidad emocional que le desbordan. Las cadenas de su cuerpo material y la ausencia de entendimiento sobre los otros temperamentos (el sanguíneo, sobre todo) le hacen sufrir, le tensionan y le paralizan. Parece vivir en una nube de irrealidad esperando que algo cambie y que le permita acceder al discernimiento. La materia representa una cadena insuperable que le ata y le limita. Le alienta una llamada interior que busca trascender, y su tendencia al sacrificio pide ser víctima de un dolor irreparable.
Mi querido melancólico, con cuánta saña arremetes contra ti mismo. Con cuánta negrura visionas los dones recibidos y qué poca condescendencia tienes hacia tus pequeños o grandes errores. A esta condición añades que cualquier propuesta o proyecto lo miras desde el lado desfavorable y le niegas cualquier oportunidad de éxito.
Esta disconformidad que tienes contra ti mismo deja en evidencia tus orígenes, de los que muchas veces reniegas. Durante tu infancia has sido muy crítico con uno de tus progenitores, al que rechazas, y te has apasionado ardientemente por el otro. Sin causa aparente aunque intentaras justificarlo. Idolatrabas al que te parecía inalcanzable y criticabas con dureza al otro. Esta es una pauta que sigues manteniendo. Vibras de amor (aunque pocas veces lo expresas) a la vez que criticas descarnadamente. Cal y arena emocional, que se identifican como tus pautas amorosas.
Tu pensamiento es bastante perjudicial y te convierte en un maniático, a veces depresivo, con reflexiones autopunitivas. Todo esto hace que seas ciclotímico e inestable en tus decisiones y en tus afectos. Y sobre todo en la valoración que haces de ti mismo.
Te vives como una persona equivocada y te sientes de una gran bajeza moral si no estás permanentemente realizando lo que esperas de ti mismo. Implacable con tus acciones y rígido con los placeres, no te permites licencias que te hagan vivir más relajado y distendido. Cuando te lo permites sufres y te flagelas durante largo tiempo.
En fin, eres intolerante y te cuesta hacer equipo contigo mismo cuando estás mirando el lado oscuro de tu personalidad.
En la comunicación: el melancólico no habla sobre su vida privada. De hecho le incomoda contestar a cualquier pregunta que atente contra su intimidad. El intrusismo comunicativo le parece poco elegante y lo critica desabridamente. Antes de llegar a un coloquio saludable necesita superar limitaciones e impedimentos que emanan de su timidez y su falta de calma. En ocasiones se le tilda de torpe por estas imprecisiones expresivas. Cuando se siente muy abrumado por el desconocimiento de su interlocutor inicia la conversación con una objeción o censura que a veces está fuera de contexto. Esta confrontación tan inesperada como absurda resulta inadecuada y deriva en una enemistad inicial.
La calidad de observación de un melancólico hace que se exprese tácitamente con la mirada. A veces su desaprobación la evidencia, tensionando el ambiente más de lo habitual. Cuando está sumido en la melancolía ve enemigos en todas las partes, y eso entorpece mucho su comunicación y le lleva a enemistarse con los otros. Con tendencia a ser agorero, expresa fácilmente las dificultades que observa en los planes que le presentan. Pocas veces participa de un plan con relajación o positivamente.
El melancólico es muy introvertido y muy elitista en sus relaciones, al igual que el flemático. Escucha bien cuando le interesa el tema y es afín a él. Es poco abierto a ideas nuevas o diferentes a sus criterios. Cuando está en grupos de extrovertidos se pliega en sí mismo y muestra su rechazo. Esto se evidencia más cuando está con personas que alardean de sus éxitos. El melancólico es humilde en las evaluaciones de sus actos, y le resulta incomprensible que otros se jacten de sus premios sin recato. En una reunión puede permanecer mudo durante horas si el tenor de sus interlocutores es presuntuoso o fatuo. Independiente de que sea real o no lo que sus acompañantes digan.
Huye de la vida en sociedad. En familia es poco habilidoso para hacer feliz a los suyos por su exigencia y su ánimo perfeccionista. No permite que se frivolice en las conversaciones cuando son muy interesantes para él. En este sentido es muy radical, y no participa de las opiniones, aunque sean de personas muy cercanas. Una de las deficiencias más notorias del melancólico es que no entiende de bromas ni de ironías. Se siente muy afectado por esta particularidad de los sanguíneos y en ocasiones pueden llegar a romper su relación.
Pienso que estos puntos recogen lo menos grato del temperamento melancólico, que, recordemos que como el colérico, recuerda todo lo negativo casi para siempre. Si tu temperamento es éste, entiende esta información como un mapa de ruta que te recuerda el camino que has recorrido y que no puedes desandar. Estas son las debilidades que te acompañan. A la postre no somos perfectos, y que en nuestro camino de retorno esta es una posibilidad más. Nada es decisivo ni condenatorio. Ni las grandes fortalezas ni las pequeñas áreas de mejora.
Asomarnos al lado luminoso del temperamento melancólico nos ayudará a plantearnos planes de acción para revisar nuestro perfil y aprender a aceptarlo y modelarlo de cara a alcanzar nuestros logros.
Si alguien de tu entorno tiene estas características como más sobresalientes y observas que se cumplen, entiende que es una parte de sí mismo tan irremisible como la tuya. Nada es mejor que nada. Ni peor una cosa que otra. Somos una maravillosa obra que se va conformando cada día con pequeñas partículas de conocimiento.
En breve analizaremos las relaciones entre temperamentos y será más fácil comprender porqué ha sido tan complicada la relación con unos y tan fácil y maravillosa con otros. Y porqué somos tan impredecibles con nosotros mismos.
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