El griego Ptolomeo fue el defensor de que la Tierra era el centro del universo y que el Sol giraba a su alrededor. En contra del geocentrismo Aristarco de Samos consideró que si se observaba la distancia entre la Tierra y el Sol podía deducirse que el centro de Universo no era la Tierra.
Esta teoría heliocéntrica fue confirmada en el año 1543 por Nicolás Copérnico quien realizó unos estudios matemáticos que rompieron el mito de la Tierra como el centro de todo. Copérnico desmoronó, además, la idealización del conocimiento incuestionable de los antiguos y abrió las puertas a una nueva cosmovisión iniciando la revolución científica.
En la actualidad estamos necesitando romper las estructuras hegemónicas del dinero, y el poder por encima de todo, que provocan el desánimo y la desmotivación en muchas de las estructuras sociales más delicadas y de menores recursos, además de que abocan a los ciudadanos a vivir asustados y temerosos de lo que está por venir.
Estamos equivocando la perspectiva y hemos convertido la riqueza en el geocentrismo vital sobre el que giran todos los intereses. Este geocentrismo de los negocios convierte a las personas en dependientes de resultados que en algunas ocasiones son imposibles.
El nuevo planeta «Dinero-Poder» es, para muchos, el centro del universo y a su alrededor gira el astro rey que no es otro que la «Humanidad».
Estamos necesitando estudios matemáticos reales que nos conmuevan. Es imprescindible proveer a la sociedad de análisis fidedignos sobre quiénes son los hacedores de los éxitos financieros y como se llega a ellos.
El Copérnico del siglo XXI debe registrar datos fiables que determinen quién es el centro del universo y posicionar a las organizaciones y sus regidores en la única realidad posible.
El «Dinero- Poder» se nutre de la luz de la «Humanidad» y todo debería girar alrededor de este eje. Y no hablamos de personalismos, ni de grupos particulares, ni de acciones singulares. Hablamos de la globalidad de todas y cada una de las acciones de superación, de crecimiento y de desarrollo donde se contemplan todas las diversidades y complejidades de las partes del todo.
El heliocentrismo podremos lograrlo cuando el centro de atención sean todos los elementos que participan de la economía, donde además de los resultados económicos se tengan en cuenta a los inductores y productores de esos beneficios. Para ello es imprescindible facilitar la formación y herramientas competenciales para que la consecución final sea la más válida para todas las partes y no vaya en detrimento la una de la otra.
La situación actual exige una educación económica financiera al alcance de todas las clases sociales. El español medio precisa entender su valor y la incidencia de sus actuaciones sobre la economía del Estado y de su Nación. El aislamiento y la ignorancia que sobre estos asuntos tiene el ciudadano de a pié en los tiempos que corren no tiene ningún sentido. En estos momentos, donde participamos activamente de la Unión Europea, es imprescindible la implicación y la fuerza de cada uno de nosotros. Mientras que estemos pensando que alguien abusa de nosotros, que el beneficio es para unos y para otros no… La productividad cada día será más baja, el consumo seguirá elevándose y la deuda internacional seguirá creciendo con riesgo de quiebra técnica.
¿Cuántos españoles sabemos lo que significa la triple AAA? ¿Cuántos conocemos el nivel de riesgo internacional para nuestros créditos? Y lo que es mucho peor ¿a cuántos españoles nos interesa la economía, la política o la sostenibilidad?
Independiente de qué se vaya a hacer con esta información, todos tenemos derecho y el deber de saber qué influencia tienen nuestros comportamientos. El desconocimiento de la ley no nos exime de acatarla. El desconocimiento de las leyes económicas de producción, empleo, gasto, deuda pública, etc, no nos aleja de las consecuencias.
De poco vale mirar a Grecia y tener miedo. Hay que participar activamente en aquello que no queremos que suceda. El primer paso es educarnos.