¿Has decidido que tus sueños son una quimera de tu infancia y ahora no tienen sentido? ¿Qué ha pasado con tus ensoñaciones juveniles? Posiblemente estés escondido detrás de la muralla de tus miedos y hayas decidido que nada de aquello es posible. En realidad, de lo que estás huyendo es de ti mismo y de los grandes significados que encontraste en el pasado que ahora te parecen irrealizables.
En el libro El Diario de un Mago, Paulo Coelho nos da tres pistas que pueden respondernos a la causa de nuestro nihilismo.
El primer síntoma es la falta de tiempo. Parece incongruente, sin embargo, las personas más ocupadas tienen tiempo para todo. Rara vez se quejan y encuentran a menudo oportunidades para entregarse a lo que quieren. De otro lado están los que hacen poco o nada y que casi siempre muestran cansancio, a la vez que se resienten de que el día es demasiado corto y no han podido finalizar sus compromisos.
El segundo síntoma son las certezas. Ya han llegado donde querían, saben todo lo que va a suceder y descartan cualquier posibilidad de vivir una gran aventura. El convencimiento de que son sabios y jueces les lleva a pedir muy poco a su existencia. Subsisten alejados de las luchas y se mantienen apuntalados a su cotidianidad ausentes de las grandes alegrías que confieren los combates para alcanzar los ideales.
El tercer síntoma es la “paz” (la comodidad). La vida se convierte en una tarde de domingo, ya no piden grandes cosas, ni exigen más allá de lo que están dispuestos a dar. Piensan que son personas maduras, que se han entregado a sus ideales y que ahora toca vivir tranquilos y disfrutando de lo que han obtenido por su esfuerzo. Las fantasías infantiles o cualquier tipo de aventura que rompa esta “paz merecida” ya no son necesarias porque han alcanzado su realización personal y profesional. En el fondo de su corazón saben que han renunciado a la alegría de la lucha y la satisfacción de una nueva victoria.
Es necesario retornar a la batalla y alejarnos de los síntomas que nos convierten en meros espectadores de la vida.
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