Satisfacer los deseos, sí, pero ¿qué deseos? ¿Y en qué medida? Determinar exactamente lo que quiero y cuánto. ¿Hijos? ¿Dinero? ¿Gloria? ¿Cuánto?
SWAMI PRAJNANPAD
¿Qué es el deseo? Quizá sea el móvil e inspiración para llegar adonde pretendemos. O como pensaron algunos filósofos, el deseo es un apetito en el que se mezcla lo emocional con lo sensible, y esta miscelánea da sentido a nuestra vida en la medida en que es el móvil de nuestra musa y de nuestra eficacia.
Es posible que el deseo, como pensó Aristóteles, exija decidir, y para ello tengamos que hacer una elección y clarificar nuestras preferencias. Si somos inseguros, esto nos asustará y viviremos en permanente ansiedad, debatiéndonos entre el anhelo por lo nuevo y la desazón por abandonar lo antiguo.
Podemos ir más allá y diferenciar los deseos necesarios de los innecesarios, como decía Platón. Este asunto enrarece notablemente nuestro devenir, porque, ¿quién tiene el valor de definir como innecesario aquello que le agita y le conmueve continuamente? Raras veces podemos estimar como prescindible nuestros afanes más fogosos.
Tomás de Aquino definió el deseo como una aspiración por algo que no se posee y se anhela, y que es bueno o malo dependiendo del objeto de deseo. Lamentablemente, tendemos a considerar nuestros antojos como impulsos imparables, que no calificamos ni en buenos ni en malos cuando estamos inmersos en ellos, y cuando cede el deseo tildamos ese tiempo de dañino, pues en él perdimos la razón y fuimos vapuleados por un sentimiento obsesivo.
El insigne Descartes consideró el deseo como una agitación del alma causada por los espíritus que la orientan hacia lo que es conveniente para ella. La agitación, que por momentos es inmensurable, parece que viniera del averno y no de una orientación benévola y reconfortante, cuando no logramos el objeto deseado.
Desde el punto de vista psicoanalítico de Jung, el deseo podría considerarse como pulsión de vida (Eros), que nos orienta hacia la creatividad, en contraposición con la pulsión de muerte (Tánatos). La angustia de la muerte proviene o está vinculada al temor de no satisfacer el deseo. Es en ese punto, si no se conquista el logro, cuando se origina una pulsión interna de carácter autodestructivo.
Para los budistas el deseo es la causa de todo tipo de sufrimientos, y consideran que para evitar el dolor es imprescindible eliminar el deseo. ¿Y es posible anular la totalidad de los deseos? ¿Podemos destruir nuestra cualidad humana y los deseos de poder y posesión que con tanta frecuencia nos magnetizan?
Espero con ilusión vuestros comentarios para seguir desarrollando el concepto del deseo. Podéis decir en cuál de estos pensamientos os reflejáis o aportar otros nuevos.
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