El secreto de aburrir a la gente es decirlo todo

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Dice Rafael Echevarría en su libro Ontología del lenguaje: «Por siglos, hemos considerado al lenguaje como un instrumento que nos permite “describir” lo que percibimos (el mundo exterior) o “expresar” lo que pensamos o sentimos (mundo interior). Esta concepción hacía del lenguaje una capacidad fundamentalmente pasiva o descriptiva (…) Nuestro segundo postulado se hace cargo, precisamente, de cuestionar la concepción tradicional del lenguaje. Apoyado en los avances registrados durante las últimas décadas en el campo de la filosofía del lenguaje, este postulado reconoce que el lenguaje no sólo nos permite hablar “sobre” las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas (…) El lenguaje no sólo nos permite describir la realidad, sino que crea realidades».
¿Deberíamos cuidar el lenguaje en beneficio de la comunicación? En algunas ocasiones abusamos del lenguaje en un deseo vacuo de remarcar lo obvio y enredarnos en circunloquios que agotan, abruman y nos abocan a la no escucha y el desinterés. Y todo ello se produce porque, por nuestro egocentrismo, creemos que aquello que pensamos o sentimos es de interés general. De ahí la importancia de la concreción, importante pilar para conseguir generar una mayor atención y mantener más tiempo la atracción.
En geología, se denomina concreción a la acumulación en el seno de una roca de sustancias transportadas en disolución por el agua, que posteriormente se endurecen. La naturaleza nos brinda la mejor de las metáforas para definir la concreción: la esencia que queda una vez que el torrente de la comunicación se ha diluido. La reducción a lo preciso de un asunto o materia. Como define la Real Academia, concretar es tratar de una sola cosa que se considera principal, excluyendo las prescindibles o circunstanciales.
Nuestra comunicación debe ser precisa, concreta, ordenada, directa y honesta. Con ello conseguiremos lo más importante en el inicio de un proceso comunicativo: saber QUÉ queremos decir y PARA QUÉ. Y evitar todo aquello que es prescindible y somero.
Si bien conocer lo qué quiero comunicar es un primer paso, debemos analizar de inmediato al interlocutor a quien vamos a transmitir el mensaje y cuán oportuno es en este momento. Porque no se trata sólo del tema, ni tampoco del receptor, debemos ir mucho más lejos y considerar la oportunidad de la situación.
Claves para una comunicación concreta (159)
Con nuestro lenguaje construimos una imagen de nosotros que adquiere un significado preciso y diferente dependiendo de nuestra capacidad de materializar nuestro pensamiento abstracto en algo concreto y entendible. Y para ello debemos fijarnos como meta ser personas que manejemos una comunicación precisa y práctica.
Las características más sobresalientes de una persona concreta son:
Dice exactamente lo que quiere decir.
Se centra en el objetivo y no personaliza.
Informa y da datos constatables.
Habla de hechos.
Para lograr que la comunicación cumpla sus funciones de concreción debemos tener en cuenta tres pasos:
1. Asegurar que la expresión es cercana al receptor, reduciendo al máximo el personalismo, o las expresiones que no son compartidas.
2. Manejar un contenido exacto y medible, de tal modo que sea constatable y fiable.
3. Centrarse en objetivos específicos y experiencias concretas.
¿Para qué utilizamos la falta de concreción? La mayoría de nosotros empleamos la vaguedad como un juego que nos aleja de los compromisos y de las posibles reacciones negativas en el otro y en nosotros mismos. Es esta ambigüedad la que evita un contacto real y comprometido con los demás. Esconde el miedo y la cobardía a confrontar nuestra realidad con un entorno que desconocemos y que tememos. Creemos que un diálogo grandilocuente y sin objetivos nos escuda de cualquier malentendido.
¿Cómo comunicar concreción?
1. Especificar claramente qué se quiere decir y para qué.
2. Centrar el lenguaje en los asuntos que son realmente importantes evitando rodeos.
3. Valorar la necesidad del otro. Sopesar la utilidad real que tiene lo que se está comunicando.
4. Evitar teorizaciones estériles que llevan a conversaciones circulares.
5. Decir lo que se quiere con el menor número de palabras
Son varias las barreras que impiden o dificultan la comunicación concreta:
  • Lenguaje fuera de contexto. Tendencia a querer sentirse separado con un lenguaje poco próximo y que diferencie niveles.
  • No estructurar el mensaje, siendo un poco alocado, demasiado profundo o en su defecto muy superficial.
  • Una comunicación no verbal que altera el resultado comunicador.
  • No escuchar. Seguir hablando cuando el interlocutor no está prestando atención.
  • Entorno no adecuado. Desarrollar un tema de forma exhaustiva cuando el contexto no lo permite o exige otras modalidades de comunicación.
  • Sobrevalorar las ideas propias en detrimento de otras.
Para finalizar, quiero recordaros una máxima utilizada por publicistas y expertos en presentaciones: «Las abstracciones provocan distracciones. Lo concreto se entiende y recuerda».
Comparte este post con aquellas personas con las que quieras generar una comunicación repleta de lenguaje generativo y práctico.
Unas aclaraciones uniéndolo con los temperamentos que hemos estado viendo:
Sanguíneo: Pocas y útiles palabras engrandecen tu encanto
Colérico: Ser concreto no significa ser brusco
Flemático: Si dices algo ganas en simpatía
Melancólico: Buenas y pocas palabras enriquecen tu análisis