En la película de Quentin Tarantino «Pulp Fiction», que el sábado se emitió en La Cuatro, el director juega magistralmente con la sincronicidad entre tres historias en las que los personajes centrales se van encontrando con situaciones paradójicas que crean un entramado inusual, donde se mezcla el esperpento con giros inesperados de cambio personal.
Las entregas están enlazadas entre sí a través de palabras y hechos relevantes. Son llamadas de atención simbólicas e irónicas, que captan al espectador mediante la intriga, y le conecta con imágenes de las que no puede desprenderse.
En la primera historia, “Vincent Vega y la esposa de Marsellus Wallace”, el guionista y director da un quiebro en la trama y sitúa en el escenario al espectador a través de un golpe de naturalidad: el diálogo entre Vincent y Mia, al que sigue un electrizante twist en el que John Travolta baila sencillo y ligero, apoyándose sobre la puntas de sus pies descalzos.
Después, Mía (Uma Thurman) superficial y alocada experimenta su fragilidad por una sobredosis, de la que Vincent le rescata. Cuando acaba la noche, con una Mia vulnerable, el guionista finaliza la tragedia con un chiste de un tomate aplastado y el secreto del proceso sólo para ellos.
En el relato segundo, “El reloj de oro”, el creador juega con el sentimiento de guerra y ciertos valores a través de la historia de un reloj que acompañó a la familia del protagonista durante las tres últimas guerras. También nos da su visión subliminal de lo que piensa de estos valores a través del sitio donde el reloj es ocultado durante años.
El escritor juega con el valor de Butch (Bruce Willis) una y otra vez recreando momentos de gran tensión y violencia. Sin embargo, hay un instante crítico de cambio cuando Butch, en su última batalla, una vez liberado de sus ataduras y pudiendo al fin escaparse, decide no obstante bajar al sótano donde su enemigo está siendo brutalmente sodomizado, y le libera.
Dentro de la tercera entrega, “La situación con Bonnie”, Tarantino analiza las diferencias entre las reglas de la mafia en Holanda y Francia, repasando la diversidad de costumbres y hábitos, y haciendo hincapié en dos grandes mitos: el Ketchup y la mahonesa.
Un poco antes de liarse a balazos con unos ladrones, Samuel (Mulock) recita un salmo de Ezequiel, y cuando uno de los ladrones, que estaba escondido, les ataca con cinco disparos y no mueren, Mulock decide que es un milagro, y es en esta parte de la trama donde el cambio tiene sentido para Tarantino. Son los hechos inesperados, “los actos milagrosos”, los que marcan los hitos del cambio, aunque la transformación sólo se produce en los que son sensibles y observadores de los hechos relevantes.
Mulock lo llama intervención divina, y poco importa si esto es así o no. Lo que de verdad tiene significado es que en ese instante y no en otro, es cuando decide acabar con los hábitos y compromisos peligrosos que hasta ese momento tenía.
Por el contrario, Vincent acaba sus días en un apartamento, arrojado en una ducha con dos balazos en el cuerpo. Nada de lo que había vivido, ni los impactos que no le mataron, ni salvarse de los asaltantes, ni vencer la sobredosis de Mia, fue suficiente para situarle en una nueva salida de “meta”.
Las escenas de Pulp Fiction parecen alejadas de nuestra vida cotidiana; no obstante, argumentalmente están muy cerca.
¿Ha ocurrido algún “milagro” en tu vida? Y si ha sido así, ¿has modificado algo, o por el contrario, te has dejado arrastrar por la rutina o tu área de confort?
En los días más bajos, donde parece que nos encontramos al límite, seguro que hay capacidad para el cambio. Dentro de cada uno hay un rescoldo que, por pequeño que sea, puede encender una pequeña hoguera. Lo suficiente para iluminar un poco nuestros actos, sentir empatía por nuestros semejantes, sean o no nuestros amigos, y mirar hacia delante.