¿Te has planteado acometer los conflictos de un modo más sencillo y con más posibilidades de éxito? Normalmente tendemos a la confrontación y la falta de visión global ante diferentes situaciones, complejas o no. Es más, solemos devanarnos los sesos, y nos golpeamos contra la pared de la frustración y la impotencia.
Uno de mis maestros me explicaba que las personas inteligentes se diferencian de las que no lo son tanto por su capacidad de acometer los problemas. Él pensaba que cuando existe una dificultad tenemos dos posibilidades: por un lado, obcecarnos mirando el lado más oscuro de los hechos, y estimar la situación como irresoluble porque nosotros no somos capaces de ver la solución. Por otro, y antes de dirimir si es fácil o no, intentar conocer todos los matices del asunto, y una vez los sepamos, decidir cuáles son las posibilidades reales de solventar el asunto por nosotros mismos, o elegir los colaboradores apropiados para hacerlo. Y en el supuesto de que no hubiera posibilidades, dejar el asunto y olvidarse definitivamente de él.
Con la primera probabilidad tenderemos a reiteramos en las actuaciones que confirman la imposibilidad de solventar el problema. De este modo ocultamos nuestra torpeza detrás del fatalismo y nos hacemos víctimas del esfuerzo ímprobo pero inútil. Además, optamos por pensar que nadie podría encontrar la clave para zanjar el problema.
La segunda opción nos exige flexibilidad, paciencia y sobre todo mirar desde diferentes prismas el conflicto, además de medir nuestro desapego.
Mi maestro me inducía a imaginar un muro detrás del cual se encontraba mi sueño más anhelado. Me conducía por el sueño hasta provocarme el deleite de obtenerlo, y cuando ya me lanzaba a por el premio me hacía consciente de que el muro no me permitía alcanzarle. ¿Y ahora qué haces?
Mis respuestas oscilaban entre el no puedo hacer nada, me bloqueo, me siento desfallecer o el sentirme incapaz y acabar derrotada.
El me sugería que bordeara los límites del obstáculo, que viera su forma, que entendiera el porqué me sentía impotente, que indagara por qué había concebido un muro que me vencía y al que no podía acceder.
Mi maestro me explicó que nuestros conflictos son como el muro, nosotros los fabricamos y eludimos profundizar en sus características, sus materiales, sus límites y el modo de superarlos. Me hizo comprender que todos los problemas o situaciones confusas que vivía eran meras construcciones que yo interponía para no alcanzar mis sueños.
Mira el muro de tus lamentos y penetra en su dimensión real para vencer tus miedos y permitirte ser feliz, estar alegre y subir a la cima de tus quimeras.
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