En el post 55 hablábamos de los aminoácidos que participan en la estructura de las proteínas. Los aminoácidos codificados por el genoma son 20; de estos aminoácidos, 10 se sintetizan en el cuerpo, y los otros 10, llamados esenciales, sólo se aportan a través de la alimentación. También recordábamos que las proteínas están conectadas a los estados de tristeza y depresión. Siguiendo este hilo conductor, vamos a ampliar las conexiones entre las proteínas y la alimentación emocional, principalmente los nexos entre los aminoácidos esenciales y las indicadas emociones.
Si bien la tristeza y la depresión son emociones que aparecen raramente en el tiempo estival, resurgen, y con cierta intensidad, al final de un ciclo vacacional y a la vuelta al trabajo. Las estadísticas apuntan a que después de las vacaciones estivales aparecen sintomatologías de desánimo y desesperanza en un número elevado de personas que no logran adaptarse al retorno, tanto a nivel laboral como personal. En algunos casos, se precisa de una medicación antidepresiva con el fin de facilitar esta acomodación al cambio.
También se han detectado un alto porcentaje de parejas con dificultades tras haber compartido un largo tiempo de ocio. Se estima que estas conflictos están originados por diferencias ostensibles en la entrega, el grado de compromiso, la adecuación a los ritmos familiares, así como por el (a veces imposible) consenso en el reparto de labores que exigen sacrificio y saber trabajar en equipo. Para que todo ello funcione es imprescindible cierto acoplamiento que reduzca las discrepancias, que en algunos casos son irresolubles. Las causas más frecuentes de estas crisis son las tensiones y la baja adaptabilidad a la frustración.
Podríamos argumentar que en verano se tiende a la superficialidad y a la vida cómoda, ajena a cierto tipo de responsabilidades. Cuando estas surgen, o bien se huye, rompiendo el compromiso, o bien se opta por la vía de la evasión a través de ciertas substancias como los tranquilizantes o los ansiolíticos.
Algunos de mis amigos defienden la tesis de que nuestras mentes están afectadas por el epicureísmo (Epicuro es el filósofo que pregonaba la necesidad del hombre de experimentar el placer y de conocer los límites para ello), y que el deseo de hedonismo impide analizar lo correcto y lo menos correcto. En este contexto, las vacaciones se convierten en el caldo de cultivo ideal para romper las rutinas y hábitos de todo el año, incluso cuando se trata de rutinas y hábitos saludables. Las disculpas para ello son múltiples, y subyace la determinación de cuidarse cuando se retome la vida ordinaria, a pesar de que año tras año se ha ido comprobando la dificultad para retornar a las «buenas costumbres».
Ahora bien, dentro de los planteamientos que hemos realizado al comenzar este post, pensamos que la falta de aminoácidos esenciales aboca a vivir emociones desbordadas, hecho que puede producirse por una deficiente alimentación o por la mala absorción de nutrientes a causa de ciertas substancias ingeridas: alcohol, tabaco, dulces, helados, drogas, excesiva exposición al sol, etc. Y esta deficiente asimilación provoca una escasez proteínica con el consiguiente deterioro para la salud.
El triptófano es el aminoácido que tiene mucho que ver con todos estos desajustes que se provocan en las fechas veraniegas. Una insuficiencia de este aminoácido origina los daños colaterales de muchos de los procesos disfuncionales del postverano.
La función principal del triptófano es normalizar los niveles adecuados de la serotonina, que es el neurotransmisor cerebral encargado de equilibrar, entre otros factores, el sueño, la ansiedad, y el estrés. La serotonina es precursora de la hormona melatonina, vital para el ciclo vigilia / sueño.
El triptófano es también, en su unión con la serotonina, un equilibrador del apetito desordenado (bulimia), porque reduce la ansiedad por la comida o cualquier otra substancia.
Durante las vacaciones se rompen las buenas costumbres con el sueño. También hay una tendencia a elevar la cuantía de comida, en contra del menor gasto energético. En esta época se ingieren gran cantidad de refrescos, helados y dulces, lo que conduce a un desequilibrio proteínico por el exceso de glúcidos (ver post 39, 45 y 50). En general, hay una contradicción entre la vida relajada que se busca y los resultados internos y químicos que se logran.
Para detectar los niveles de triptófano podemos fijarnos en la capacidad para controlar el apetito, el dominio en el deseo de bebidas alcohólicas, y también el desequilibrio del sueño. Un bajo aporte de triptófano provocará malestar físico con dolores de cabeza que no se erradican con calmantes, además de cierta inquietud cuando no se restablece el sueño, e irritabilidad por cuestiones que en otros momentos parecían nimiedades. Estos cambios de humor son preámbulos para la tristeza y la posterior depresión, que tienen su raíz en un primer momento por la bajada de vitamina B-6, que es imprescindible para la síntesis adecuada del triptófano, y después por la deficiencia de la serotonina, que desemboca en ansiedad y estrés emocional.
Una solución, pensamos que fácil, para la bajada de triptófano es tomar todos los días uno o dos dátiles junto con unas pocas almendras crudas, además de algunas semillas de sésamo, pipas de girasol o pipas de calabaza. Un desayuno con cereales como la avena, la cebada o el maíz aportará también suficiente vitamina B-6, imprescindible para la absorción de este aminoácido. Para que sea más efectivo es aconsejable evitar el alcohol, los dulces y la exposición excesiva al sol. Las primeras horas del día antes de las 12 son las mejores para recuperar energía y conseguir un maravilloso color de piel. Las horas del final de la tarde son increíbles para pasear por la arena y disfrutar de un bonito atardecer o sentarse mirando la montaña y descubriendo el amor que la naturaleza nos devuelve cada día.
Espero que os haya servido para iniciarnos en el estudio de las proteínas y su aplicación emocional. Perdonad la longitud de este post.
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